20 dic 2005

La mujer estaba desnuda...

La mujer estaba desnuda.

Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.

Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.

La mujer sollozaba.

Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.

Vino la noche.

Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.

José Angel Valente

18 dic 2005

Madrugada

La madrugada la encontró en la mitad de una película, la tercera de las que había alquilado para no tener que hacer nada inconveniente o fastidioso, como pensar. Vió la claridad despuntar entre las sombras de su patio y recordó la última vez que había visto amanecer desde su cama. Fue un fin de semana, sólo un par de semanas atrás. El había venido en mitad de la noche sin excusas, sólo para hacerle el amor . Y así lo hicieron, sin excusas, en la semioscuridad de lo que estaba muriendo y lo que empezaba a nacer. Se acariciaron, besaron , tropezaron y rieron, buscando en cada rincón de la casa el lugar propicio para el deseo. .
Ella quedo exhausta, con una sensación de infinita saciedad, temblándole las piernas y el pecho. Conversaron largamente, como siempre lo hacían. Esa noche el le dijo –después de un silencio, esos silencios compartidos que lejos de ser incómodos eran cómplices - que le gustaba hablar con ella. Lo dijo como quien dice una revelada certeza, pero con una simpleza tan espontánea que no guardaba dudas. Lo abrazó y dijo a su vez que a ella tambíen. Que era la segunda cosa que le gustaba hacer con él, lo cual era absolutamente cierto.
Al percibir las primeras luces –justo en el preciso instante como en el que ahora lo recordaba- se volvió y entró en ella nuevamente, como queriendo beberle los últimos estertores a la noche. Ya no con la ansiedad del deseo como horas atrás . Esta vez tomaron su tiempo para sentirse. Acabó dentro de ella, y se deshizo en un abrazo que lo dejó frágil sobre sus pechos, rendido y sin fuerzas.
Acarició su cabeza como a un niño, durante minutos como horas.
Sacudió la cabeza como queriendo apartar esas imágenes. Fué hacia la ventana cansinamente y cerró despacio las persianas, tapando el sol que ya estaba tomando su lugar en el cielo.
Abrazó su almohada y después -mucho después- quedó dormida.

14 dic 2005

Cartas ardientes: Henry Miller

"Eres la primera mujer que conozco que combina coño e inteligencia, o espíritu, o alma. Y lo creo en serio. Eres terriblemente sexual (no sólo sensual) y al mismo tiempo pura como un ser etéreo. El nombre de Venus te va a la perfección. Venus-Afrodita. De no haber sido Venus podría haber sido Juno (sin el pavo). Y hablando de pollas, me tomaste por sorpresa cuando hiciste esa pregunta en la mesa la otra noche. Las únicas pollas que yo conozco que pueden ser sopesadas son aquellas que joden mucho. Y, sin embargo, un hombre como George Raft, que tenía el hábito de dormir cada noche con una mujer diferente, tuvo siempre la misma polla que de adolescente, de acuerdo con mi amigo Joe Gray que era un buen amigo suyo. Muchos hombres con pollas inusualmente grandes tienen problemas. Las prostitutas les hacen pagar el doble, las mujeres normales con sexos normales no quieren saber nada de esos anormales, a pesar de lo cual las mujeres fantasearán siempre acerca de pollas enormes ¿no te parece?
Herriot, primer ministro francés y hombre de extensa cultura, la tenía tan grande que debía atársela a la pierna.
Para una mujer, la cosa suprema es tenerlo mas bien grande y profundo, que se adapte como un guante. Y debería estar equipado con mil lombrices o su equivalente. Algunos coños habría que llamarlos coños risueños.

Otros son mas bien aburridos, solemnes y secos como un hueso..."

Carta de Henry Miller a su amante Brenda Venus,
fechada el 17 de setiembre de 1976
"Cartas ardientes"
Océano Group, Barcelona, 2001

8 dic 2005

Las vírgenes suicidas

"...Lux se acercó a Chase Buell. Se acercó tanto que su aliento agitó levemente el cabello del chico. Y entonces, delante de todos, le desabrochó el cinturón. Ni siquiera tuvo que bajar la vista. Los dedos veían el camino y sólo una vez se equivocaron, lo que la obligó a hacer un movimiento con la cabeza, como el músico que falla una nota fácil. Todo el tiempo Lux tuvo los ojos clavados en los de Chase, encaramada siempre en las esferas de sus pies, y era tal el silencio de la casa que hasta oímos cómo le desabrochaba los pantalones. El ruido de la cremallera descendió por nuestra columna vertebral. Nadie se movió. Chase Buell no se movió. Los ojos de Lux, fuego y terciopelo, brillaban en la semipenumbra. En el cuello le palpitaba suavemente una vena, aquella en la que se supone que hay que poner el perfume precisamente por esa razón. Aunque se lo hacía a Chase Buell, todos teníamos la impresión de que nos lo hacía a nosotros, que se acercaba y nos poseía como sabía que podía poseernos..."

Jeffrey Eugenides.
Las vírgenes suicidas
Anagrama, Barcelona, 1993

1 dic 2005

No es nada de tu cuerpo

No es nada de tu cuerpo
No es nada de tu cuerpo,ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca-tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines
"No es nada de tu cuerpo"

29 nov 2005

El vasco y Bijou

"-¿Qué vas a hacer?- dijo ella. -No tengo vellos en mis piernas-.
-Sé que no los tienes. Muéstralas-. Ella las extendió. Eran tan lisas que verdaderamente parecían pulidas. Brillaban como alguna madera pálida preciosa, sumamente bruñida, sin vellos, ninguna vena, ninguna brusquedad, ninguna cicatriz, ningun defecto. Los tres hombres se inclinaron hacia sus piernas. Cuando ella las sacudió, el vasco las cogió contra su pantalón. Entonces él levantó su falda mientras ella luchó para bajarla nuevamente.Él pidió a los tres hombres que la sostengan. Al principio Bijou se retorció pero luego se dió cuenta que era menos peligroso quedarse inmóvil, ya que él afeitaba con cuidado su vello púbico, comenzando en los bordes, donde este se pone escaso y brillante sobre su vientre de terciopelo. El vientre bajaba allí en una suave curva. El vasco enjabonó; luego sacó con cuidado el pelo y el jabón con una toalla. Con sus piernas fuertemente apretadas los hombres no podían ver nada salvo el pelo, pero el vasco habiendo alcanzado con el afeitado el centro del triángulo, logró dejar expuesto un suave promontorio. La sensación del frío filo de la navaja agitó a Bijou. Ella estaba media enfadada, con un confuso sentimiento. Tenía la intención de no exponer su sexo, pero el afeitado revelaba la zona donde la suavidad bajaba en una fina y curvada línea. Esto mostró el brote de la apertura, la carne suave doblada que incluía el clítoris, la inclinación donde los labios se hacían más coloreados. Quiso alejarse pero tuvo miedo del ímpetu del filo. Los tres hombres inclinados la sostenían y miraban. Ellos pensaron que el vasco se detendría allí. Pero él le ordenó separar sus piernas. Ella sacudió sus pies contra él, y esto sólo logró excitarlo más. Él dijo otra vez, -Separa tus piernas. Allí hay más pelo-. La obligaron a abrirlas, y él con cuidado comenzó a afeitar otra vez el escaso pelo delicadamente rizado, sobre cada lado de la vulva.Y esta vez todo había quedado expuesto -una larga boca verticalmente colocada, una segunda boca no abierta como la boca de la cara, pero la cual se abriría sólo si ella decidiera empujar un poco. Pero Bijou no empujaría, y ellos sólo podrían ver dos labios cerrados, cercando el camino.El vasco dijo -Ahora ella se ve como las pinturas de aquella mujer, verdad?-Pero en las pinturas la vulva estaba abierta, los labios separados, mostrando la capa pálida interior como el interior de los labios de la boca. Esto Bijou no lo mostraría. Una vez afeitada, ella había cerrado sus piernas otra vez.El vasco dijo, -Te haré abrir allí.-Quitó el jabón del cepillo. Luego cepilló los labios de la vulva, arriba y abajo, con cuidado. Al principio, Bijou se contrajo completamente. Las cabezas de los hombres yacían más cercanas. El vasco, sosteniendo sus piernas contra su erección, meticulosamente cepilló la vulva y la punta del clítoris. Los hombres vieron que Bijou no podía mantener contraídos sus nalgas y sexo, y a medida que el cepillo se movía sus nalgas rodaron un poco hacia adelante e imperceptiblemente los labios se separaron. La desnudez expuso cada matiz de su movimiento. Ahora los labios se separaron más y expusieron una segunda aureola, de una sombra pálida y Bijou empujaba como si fuera a abrirse. Su vientre se movía acompasadamente, aumentando y cayendo. El vasco se inclinó más firmemente contra sus piernas retorcidas.-Deténte- pidió Bijou, -Détente-. Los hombres podrían ver el rezumamiento de humedad de ella. El vasco se paró, no queriendoles dar más placer, reservandoselo más tarde para sí mismo..."

"El vasco y Bijou"
de Delta de Venus - Anaïs Nin

27 nov 2005

El otro sexo oral

¿Por qué cuesta tanto articular palabras que abundan en la mente y pugnan por salir cuando la sangre acude ahí donde se la llama? A continuación un homenaje al sentido más menospreciado del sexo: el oído.
No es sólo la humedad de la punta de una lengua hurgando en los laberintos de la oreja lo que puede dar un tirón en la entrepierna, como si desde allí colgara una plomada que obliga a apretar los muslos y es capaz de erguir en tótem cada pelo sobre la piel. Por ese orificio a veces menospreciado del oído penetran, insistentes, unas cuantas letras como canto rodado cayendo al vacío de un aljibe y encuentran su eco bien abajo, allí donde las caricias son el lugar común del sexo. A veces ni siquiera son letras, sonidos nada más que parecen emerger de otro abismo, del abismo del otro (la otra) que es posible ser cuando el abandono lo permite y no hay más brújula que saciar una sed morosa, que prefiere la sal antes que el agua porque sabe que en el alivio está el fin y volver a empezar es una aventura incierta (a menos que se tengan 20 años, claro). Unas pocas palabras, casi siempre las mismas –a juzgar por la experiencia, los testimonios, lo leído–, que huyen del decoro y abominan de lo correcto so pena de perder su eficacia de estilete, de punzón, de zanahoria en las narices del deseo. Esas que se dicen cuando el sudor es un vestido y un ruido como de focas chapaleando en la orilla se desprende de los cuerpos que se frotan. Más, más, sí, así, así, dame, dámelo todo, no te quedes con nada. Lenguaje rudimentario las más de las veces, capaz de enervar la piel y las neuronas, cuando se amplia e inventa escenas que no suceden pero que sí, porque para qué discriminar entre lo que se imagina y lo concreto. Qué bien lo saben los que tientan a las palabras en escritos indecentes. “Pon encima las dos manitos, Georgette. ¿No ves que hay espacio para tus dos palmas y aun así su glande purpúreo asoma y nos mira a todos por encima?”, decía Vávara, la princesa rusa de las Memorias que en la edición de Tusquets son compiladas y anotadas por un aristócrata también ruso y exiliado en Inglaterra durante la guerra de Crimea. Esa señorita de la invención, directora de las mejores escenas, sabía del poder de las palabras cuando ordenan y describen. “Todo está ahí, a la vista, pero cuando decís leche, cuando decís concha, su presencia se amplía porque se incorpora otro sentido, el oído”, como dice la sexóloga Adriana Arias. “Los jadeos de amor son pequeños chillidos que se parecen al grito de una garza, de una paloma, de un pavo real. Porque en definitiva “el lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro”, dice Roland Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso. ¡Ah, sí, las palabras, las cochinas palabras que ruborizan a los santos, prenden estrellas bermellón en las mejillas como huellas de pellizcos! Pero una cosa es el papel y otra la mecánica de los cuerpos que cuando se encastran parecen perder el discurso y la retórica en favor de las onomatopeyas, los monosílabos, los ayes y los suspiros. Son unos pocos afortunados los que dominan el relato cuando el sexo impone su ritmo. Parece que el vocabulario y la imaginación sufrieran de anorexia compulsiva –decime, decime lo que te gusta–. No hace falta más que hacer la prueba, preguntar a quienes están alrededor y recibir ese silencio solemne de quien busca en la memoria y no encuentra. O no quiere confesar. Y sin embargo las palabras se cuelan como agua por la hendija de un dique, como arena en las casas de veran. Tan bellas, tan simples, tan como cada uno de nosotros es.

Martha Dilllon

Las edades de Lulú

" (...) Noté un pegote blando y frío, y luego un dedo, alarmantemente, perceptible por sí mismo, que entraba y salía de mi cuerpo, distribuyendo finalmente el sobrante alrededor le la entrada.
-Eres un hijo de puta... Chasqueó repetidamente la lengua contra los dientes.
-Vamos, Lulú, ya sabes que no me gusta que digas esas cosas.
Lancé las piernas hacia delante. Conseguí golpearle en la espalda un par de veces. Intentaba hacer lo mismo con los brazos cuando noté la punta de su sexo, tanteándome.
-Estate quieta, Lulú, no te va a servir de nada, en serio... Lo único que vas a conseguir, si sigues haciendo el imbécil, es llevarte un par de hostias -no estaba enfadado conmigo, me hablaba en un tono cálido, tranquilizador incluso, a pesar de sus amenazas-, pórtate bien, no va a ser más que un momento, y tampoco es para tanto -me abrió con la mano derecha, notaba la presión de su pulgar, estirándome la piel, apartándome la carne hacia fuera-, además, tú tienes la culpa de todo, en realidad, siempre empiezas tú, te me quedas mirando, con esos ojos hambrientos, yo no puedo evitar que me gustes tanto...
Su mano derecha, que imaginé cerrada en torno a su polla, presionó contra lo que yo sentía como un orificio frágil y diminuto.
-Eres un hijo de puta, un hijo de puta... Luego Ya no pude hablar, el dolor me dejó muda, ciega, inmóvil, me paralizó por completo. jamás en mi vida había experimentado un tormento semejante. Rompí a chillar, chillé como un animal moribundo en el matadero, dejando escapar alaridos agudos y profundos, hasta que el llanto ahogó mi garganta y me privó hasta del consuelo del grito, condenándome a proferir intermitentes sollozos débiles y entrecortados que me humillaban todavía más, subrayando mi debilidad, mi rotunda impotencia frente a aquella bestia que se retorcía encima de mí, que jadeaba y suspiraba contra mi nuca, sucumbiendo a un placer esencialmente inicuo, insultante, usándome, igual que yo había usado antes aquel juguete de plástico blanco, me estaba usando, tomaba de mí por la fuerza un placer al que no me permitía ningún acceso. Aunque no pensé que fuera posible, el dolor se intensificó, de repente. Sus embestidas se hicieron cada vez más violentas, se dejaba caer sobre mí, penetrándome con todas sus fuerzas, y luego se alejaba, y yo sentía que la mitad de mis vísceras se iban con él. La cabeza me empezó a dar vueltas, creí que me iba a desmayar, incapaz de soportar aquello ni un solo minuto más, cuando empezó a gemir. Adiviné que se estaba corriendo, pero yo no podía sentir nada. El dolor me había insensibilizado hasta tal punto que solamente era capaz de percibir dolor.
Luego, se quedó inmóvil, encima de mí, dentro le mí todavía.
Me mordió la punta de la oreja y pronunció mi nombre. Yo seguía llorando, sin hacer ruido. (...)"

Grandes, Almudena
Las edades de Lulú
Grijalbo Mondadori, S.A. Barcelona, 2000

19 nov 2005

El hombre sentado en el pasillo

Él espera. Ella devuelve su rostro a la sombra con los ojos cerrados y a su vez espera.
Entonces, a su vez, él lo hace.
Lo hace primero encima de la boca. El chorro se estrella en los labios, en los dientes ofrendados, salpica los ojos, el cabellos y luego baja por el cuerpo, inunda los pechos, lento ya en el fluir. Cuando llega al sexo se renueva, se estrella en su calor, se mezcla a su leche, espuma, y luego se agota. Los ojos de la mujer se entreabren sin mirada y vuelven a cerrarse. Verdes.


Marguerite Duras (1914-1996)
"El hombre sentado en el pasillo "

16 nov 2005

La balada de la masturbadora solitaria

El final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que me rodean. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La golpeo como a una campana. Me reclino
en el emparrado donde solías montarla.
Me tomaste prestada sobre el cobertor floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, mi amor,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, abajo, arriba,
los abundantes dos sobre esponja y pluma,
hincándose y empujando,cabeza a cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
Escapo de mi cuerpo de este modo ,
un milagro molesto, ¿Podría
poner el mercado de los sueños en exhibición?
Estoy extendida. Crucifico.
Mi pequeña ciruela es lo que decías.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama del agua, levantándose en la playa,
un piano en la yema de los dedos,vergüenza
en los labios y palabras de flauta.
Y yo fui la escoba chueca, en vez.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen una piedra.
Te devuelvo tus libros y tu línea de pesca.
El periódico de hoy dice que estás de boda.
De noche, sola, me caso con la cama.
Los chicos y chicas son uno esta noche.
Desabotonan blusas. Bajan cierres.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las brillantes criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.

Anne Sexton
(Ann Grey Harvey, 1928-1974).

Poeta norteamericana. Su libro Live or Die le valió un premio Pulitzer el año de su suicidio.

13 nov 2005

Lolita

Sábado.He dejado la puerta abierta durante varios días, mientras escribía en mi cuarto, pero sólo hoy ha caído en la trampa. Entre idas y venidas, pataditas y bromas adicionales (que ocultaban su turbación al visitarme sin haber sido llamada), Lo entró y después de rondar a mi alrededor se interesó por los laberintos de pesadilla que mi pluma trazaba sobre una hoja de papel. Ah, no: no eran los resultados del inspirado descanso de un calígrafo, entre dos párrafos; eran los horrendos jeroglíficos (que ella no podía descifrar) de mi fatal deseo. Cuando Lo inclinó sus rizos castaños sobre el escritorio ante el cual estaba sentado, Humbert el Ronco la rodeó con su brazo, en una miserable imitación de fraternidad; y mientras examinaba, con cierta miopía, el papel que sostenía, mi inocente visitante fue sentándose lentamente sobre mi rodilla. Su perfil adorable, sus labios entreabiertos, su pelo suave estaban a pocos centímetros de mi colmillo descubierto, y sentía la tibieza de sus piernas a través de la rudeza de sus ropas cotidianas. De pronto, supe que podía besarla. Supe que me dejaría hacerlo, y hasta que cerraría los ojos, como enseña Hollywood. Una vainilla doble con chocolate caliente... apenas algo más insólito que eso. No puedo explicar al lactor –cuyas cejas, supongo habrán viajado ya hasta lo alto de su frente calva- cómo supe todo ello: quizá mi oído de mono había percibido inconscientemente algún leve cambio en el ritmo de su respiración –pues ahora Lo miraba de veras mi galimatías y esperaba con curiosidad y compostura (oh, mi límpida nínfula) que el atractivo huésped hiciera lo que rabiaba por hacer-. Una niña moderna, una ávida lectora de revistas cinematográficas, una experta en primeros planos soñadores, no encontratá muy raro –me dije- que un amigo mayor, apuesto, de intensa virilidad... demasiado tarde. La casa toda vibró súbitamente con la voluble voz de Louise, que contaba a la señora Haze, recién llegada de la calle, cómo ella y Leslie Thomson habían encontrado algo muerto en el sótano, y Lolita no iba a perderse semejante cuento.

Lolita
Vladimir Nabokov (1899-1977)

10 nov 2005

Tatuada

Sintió el ardor al darse vuelta sobre la cama. Miró de reojo el hombro y vio alli la marca de su boca. Sonrió. En aquel momento era consciente del dolor, pero era tanto el placer que se mezclaba hasta confundirse en una misma cosa.Cada vez que se iba, él dejaba alguna huella. En la semioscuridad del pasillo entre la entrada y el espejo, en todos los rincones en que la aprisionaba sin pedir permiso, en la cama deshecha, entre libros y almohadones por el piso.
Esta vez la huella había quedado en su cuerpo.
En su mente resonando como eco otras palabras, aquéllas que hablaban del que muerde por debajo de la propia piel. El que se lanza como un perro a buscar lo que es suyo. Volvió a mirar su hombro largamente.
Hembra tatuada.
Recordó el temblor de su cuerpo y los gemidos ahogados por su propia mano. El cabello oscuro, revuelto que caía sobre sus pechos y le cubría en parte su absoluta desnudez. Ella sobre él, él sobre ella, amarrándola, sujetándola, aprisionándola, mordiendo su carne en medio del estertor que los sacudía, ella dejándose hacer, otorgando, propiciando todas y cada una de las caricias que se iban sucediendo como un engranaje perfecto.
Cerró sus ojos y volvió a sonreir sacudiendo su cabeza con resignación ante lo evidente.
Y por unos instantes sintió -otra vez- la humedad latiendo entre sus piernas.

El sueño de las dos sonrisas

Soñé que nada importaba sino tenernos. Que no había antes ni después. Todas tus sonrisas de todos los tiempos eran del presente. Estaban presentes en mí mientras arqueabas tu cintura para poseerme como si fueras a cabalgarme. Tu boca hizo de pronto un gesto que reflejaba la fuerza tremenda con la que me apretabas dentro de ti. Me dabas un beso profundo y fuerte con los labios dilatados entre tus piernas. Y era de pronto la sonrisa más profunda de tu vientre la que brotaba por tu boca. Me tenías en ti como se tiene una idea plena, que da gusto y obliga a sonreir. Me tenías como se guarda algo que parece ajustarse perfectamente a tus sueños de ese instante. Y en ese instante sólo importaba tenernos. Era tuyo para siempre, mientras duraran tus dos sonrisas. Tu presencia sonriente me explicaba cómo, en el amor, lo de arriba puede estar abajo, lo de antes puede ser futuro y lo de que vendrá historia. Y yo quería morder la comisura de tus labios, la parte más fugaz de tu boca, la que sólo con la punta de la lengua podía saber que tenía sabor a sonrisa plena, doble, obstinada, irrepetible.

Alberto Ruy Sánchez (México)
En los labios de agua, Ed. Alfaguara, México

1 nov 2005

Tu mas profunda piel

Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vértice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

Tu mas profunda piel (fragmento)
Cortázar

28 oct 2005

Poema Nº XII



Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

Oliverio Girondo

26 oct 2005

Súbete ya la falda



Dejame ver tus senos.
Ándale, que el pezón
asome su nariz sobre la barda
del corpiño.
Súbete ya la falda
que tus piernas
desnudas, blancamente
retocen colocándose la media
poco a poco, hacia arriba, del deseo.
Arrima la cadera
como una luna llena
de miel para mi noche.
Arroja ya el vestido:
no le pongas cortinas a mis ojos,
quítale a mis pupilas telarañas.
Muéstrame en fin tu sexo,
el prólogo o tus células completas.
Te invito a deletrear el infinito.

Enrique González Rojo (México)
"La nueva poesía amorosa de América Latina"
Saúl Ibargoyen y Jorge Boccanera
Editores Mexicanos UnidosS.A.

22 oct 2005

MOJANDOLO TODO

TENDIDA
CON LOS MUSLOS COMO ALAS ABIERTAS

DISPUESTAS AL VUELO... ME INCITAS,
ME INVITAS A VIAJAR POR LACTEAS VIAS
Y NEGROS AGUJEROS LEVEMENTE DESVELADOS
POR TU MANO QUE JUEGA
CON PUDORES Y SUDORES ENJUGANDO,
ENTRE PETALOS DE CARNE, EL ESTIGMA
DE TU FLOR MÁS DESNUDA,
MOJÁNDOLO TODO

MOJÁNDOLO TODO
VOLANDO POR UNIVERSOS DE LICOR.
HUMEDAS LLAMAS
LOS LABIOS QUE CON TUS DEDOS
DELICADAMENTE DELATAS, DILATAS PARA MÍ,
MOSTRÁNDOME, OBSCENA LA CUEVA DEL MILAGRO
POR DONDE MANA EL LIQUIDO RAYO DE LA VIDA,
INCANDESCENTE FUENTE, LECHOSA LAVA,
SALPICADURAS DE AGUA PROFUNDA QUE INUNDA
MOJÁNDOLO TODO
MOJÁNDOLO TODO
VOLANDO POR UNIVERSOS DE LICOR…
MI BOCA
BESANDO TUS LABIOS INCENDIADOS
SE DISPONE A BEBER EN TU CÁLIZ DE POLEN YLICOR
Y, ENTRE ZUMOS Y ZUMBIDOS DE OLAS Y ALAS,

LIBIDINOSAMENTE LIBAR EL NECTAR
DE LA FLOR DE TUS MAREAS...
LAMIENDO LA MIEL SALADA QUE TE FLUYE
Y QUEMA MI LENGUA QUE VIBRA,
LASCIVA, ENTRE SAVIA Y SALIVA
MOJÁNDOLO TODO
MOJÁNDOLO TODO
VOLANDO POR UNIVERSOS DE LICOR.
MIS ALAS
DE CERA BATIENDO, COMBATIENDO TU FUEGO

DE OLEADAS DE ARDIENTES ESPUMAS Y PLUMAS
E ICARO VOLANDO TAN ALTO, TAN ALTO...
QUE A PUNTO DE ENTRAR EN EL JARDÍN DEL EDEN,
FUNDIDO SU VUELO POR TU DERRAMADO SOL
CAE, COMO EL ANGEL EXTERMINADO,
AL MAR DE LOS NAUFRAGIOS,
MOJÁNDOLO TODO…

MOJÁNDOLO TODO
VOLANDO POR UNIVERSOS DE LICOR...

LUIS EDUARDO AUTE
ALEVOSÍA ´96

19 oct 2005

Primer canto a la desnudez


La desnudez es bella en el recogimiento
en la posesión de sí.

El ejercicio es quitarse una prenda y una atadura.
Terminar desnudo
libre volátil
sin posesiones.

Concluir en la inconmensurable presencia
de sí mismo en sí mismo
a todo lo largo ancho y profundo de sí mismo.

Una vez desnudo
vocalizar el lenguaje de la piel
traducir lo que dice una célula a la otra
caminar y percibir el movimiento de los dedos
verificar la exactitud del mecanismo de la vida
saborear la perfección del cuerpo
“hacerle verso al universo”.

El ejercicio es éste:
desnudarse y ser.

HERNÁN DARIO BLAIR

El primer beso

El primer beso. Sabe a café, a vino, a dentífrico o a tabaco. Todo debiera estar en él. Todo está en él. Se sabe ya todo en el primer beso. Si le amarás. Si te amará. Cómo hará el amor y cómo no. Todo está en el lenguaje de los primeros labios. Si te maltratará, cómo acabará. Todo el abismo entre las almas está ahí, la infinita distancia entre dos lenguas, el precipicio entre las bocas. Si puede ser o no será. La historia está escrita en nuestros labios. Nos emociona tanto que olvidamos leerla.

Eugenia Rico
"La edad secreta"

14 oct 2005

Recorriendote



Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.

Gioconda Belli
Nicaragua

12 oct 2005

El arte de amar

Créeme, no te afanes en llegar al término de la dicha; demóralo insensiblemente y la alcanzarás completa. Si das en aquel sitio más sensible de la mujer, que un necio pudor no te detenga la mano; entonces notarás cómo sus ojos despiden una luz temblorosa, semejante al rayo del sol que se refleja en las aguas cristalinas; luego vendrán las quejas, los dulcísimos murmullos, los tiernos gemidos y las palabras - apropiadas a la situación; pero no permitas que se quede atrás desplegando todas las velas ni consientas que ella se te adelante. Entrad juntos en el puesto. La cúspide del placer se goza cuando los dos amantes caen vencidos al mismo tiempo. Esta es la regla que indico, si puedes disponer de espacio y el miedo no te obliga a apresurar tus robos placenteros; mas si en la tardanza se esconde el riesgo, es preciso bogar a todo remo y clavar el acicate en los ijares del corcel.

El arte de amar
Ovidio Nasón (43 a.C. - 18 d.C.)

11 oct 2005

Historia de O

¿Por qué Sir Stephen no acercaba a ella su boca, por qué no ponía una mano en los pezones que él había deseado ver erguirse y que ella sentía estremecerse, por más inmóvil que se mantuviera, sólo con respirar? Él se acercó, se sentó en el brazo del sofá y no la tocó. Estaba fumando y, a un movimiento de su mano, que O nunca supo si había sido involuntario, un poco de ceniza casi caliente fue a caerle entre los senos. Ella tuvo la sensación de que quería insultarla con su desdén, con su silencio, con su atención impersonal. Sin embargo, él la había deseado poco antes, la deseaba todavía, ella lo veía tenso bajo la fina tela de la bata. ¿Por qué no la tomaba, aunque fuera para herirla? O se odiaba a sí misma por aquel deseo y odiaba a Sir Stephen por su forma de dominarse. Ella quería que él la amara, ésta es la verdad; que estuviera impaciente por tocar sus labios y penetrar su cuerpo, que la maltratara incluso, pero que, en su presencia, no fuera capaz de dominar el deseo.

"Historia de O"
Pauline Réage / Dominique Aury (1907-1998)

10 oct 2005

La moral del sexo

Como siempre he sido tan dada a sistematizar mis expresiones, llegué a formar el siguiente principio: existen dos clases de moral en el mundo: la oficial, que cimienta las leyes de la sociedad burguesa y que nadie puede quebrantar impunemente, y la natural entre los dos sexos, cuyo resote más poderoso es el placer.Naturalmente, yo no conocía aún esta ética; la adivinaba, apenas, por instinto, sin que hubiese sabido formularla. He reflexionado después serenamente y cada vez he confirmado más esta doble naturaleza de la ética. Lo que es moral, por ejemplo, entre los árabes, es inmoral entre los cristianos. La moral en la antigüedad era distinta a la de la Edad Media, y lo que era permitido en este tiempo repugnaría, seguramente, a nuestras sociedades modernas. La más suprema ley de la Naturaleza es la unión íntima entre el hombre y la mujer; pero la forma en que ha de realizarse esta unión depende del clima, de las convicciones religiosas y del orden social. Nadie puede, sin castigo, cometer una trasgresión de las leyes que le han sido impuestas. Y esta restricción ejerce la más grande influencia sobre los placeres de la voluptuosidad, haciéndolos ilícitos o, por lo menos, secretos. ¡Como si pudiese existir algo contrario al natural y avasallador impulso de la carne!...

Memorias secretas de una cantante
Wihelmine Schraeder-Devrient (1804-1860)

9 oct 2005

El libro de la almohada

Para encontrarse con el amante el verano es la estación apropiada. En verdad, las noches son muy cortas y la claridad avanza antes de que una haya pegado un ojo. Como todas las celosías quedan abiertas, permaneciendo acostados se puede ver el jardín en el frío aire matinal.
Quedan aún algunas caricias que intercambiar antes de que el caballero se retire, y mientras se murmuran cosas, de repente se escucha un ruido sordo. Por un instante están seguros de que han sido descubiertos, pero es sólo el graznido de un cuervo que pasa volando por el jardín.
En invierno, cuando hace mucho frío y una está sepultada bajo la ropa de cama escuchando las amorosas palabras de su amante, es una delicia oír el sonoro gong del templo, que parece salir del fondo de un pozo. Los primeros cantos de las aves, que todavía ocultan sus cabezas bajo las alas, suenan extraños y en sordina. Luego los pájaros, uno tras otro, cantan respondiéndose. Placentero es yacer oyendo el sonido que se vuelve más nítido.

El libro de la almohada
Sei Shônagon (966-1025)

8 oct 2005

El amante de Lady Chaterley

- No me preguntes esas cosas ahora. Déjame en paz. Me gustas. Te amo cuando estás en la cama conmigo. Una mujer es una cosa adorable cuando se la jode a fondo y el coño es bueno. Te amo, amo tus piernas, amo tu forma, y amo todo lo que tienes de mujer.
Me gusta la mujer que hay en ti. Te amo con el cuerpo y con el corazón. Pero no me hagas estas preguntas ahora. No me hagas hablar ahora. ¡Déjame en paz! ¡Déjame en paz!
Y el hombre puso suavemente la mano sobre el monte de Venus de Connie, sobre el vello suave, castaño, femenino, y se quedó quieto y desnudo en la cama, con la cara inmóvil y físicamente abstraída, con una cara casi como la de Buda.

El amante de Lady Chaterley
D.H. Lawrence
(1885-1930)

7 oct 2005

A su manera

-Pero quiero hacer el amor contigo. No sólo tener sexo.
-¿Y eso qué implica?
-Comunicación. Intensidad. No sé.
Mi corazón se encoge. Entre las ventajas de haber cunmplido los cuarenta, para mí, se incluyen: no tener que cambiar pañales, no tener que ir a sitios donde la gente baila y no tener que ser intensa con la persona con quien vivo.
-Por favor, inténtalo a mi manera -dice David lastimeramente.
Así que lo hago. Le miro a los ojos, le beso como él quiere que le bese, nos demoramos largo rato en cada cosa y, finalmente (sin que yo llegue al orgasmo, por cierto), me quedo tendida sobre su pecho mientras él me acaricia el pelo.
Le he hecho, sí, y casi como él dice, pero no le veo la gracia...

Nick Hornby
"Cómo ser buenos"
Anagrama. Barcelona, 2004

Mallanaga Vatsyayana - Capítulo 2.3

"...No hay un orden establecido para los besos, arañazos y mordiscos, ya que se dan en momentos de excitación. Se recurre a los mismos, generalmente, antes de la unión, mientras a los golpes y gemidos durante el desarrollo de la misma. Vatsyayana sostiene, por el contrario, que todo se puede hacer en cualquier momento, ya que la pasión no conoce diferencias. Durante la primera unión conviene valerse de los mismos, con una mujer que ya sienta confianza, no demasiado abiertamente y en forma alternativa; en las siguientes, se practican con mucho ardor y en grupos particulares, para inflamar el deseo.
Se besa la frente, la cabellera, las mejillas, los ojos, el pecho, los senos, los labios y la boca; en Lata también la ingle, los sobacos y la zona por debajo del ombligo. A causa de la excitación, y por las costumbres locales, hay muchos otros sitios, pero no todas las personas tienen que recurrir a los mismos; es la opinión de Vatsyuyana."

Mallanaga Vatsyayana
Variedades del beso

Asfixia

Puede pasar que en el tren yendo del trabajo a casa abras la puerta de un lavabo y te encuentres a una morena con el pelo recogido y solamente unos pendientes largos temblando junto a su cuello liso y blanco, y que esté sentada dentro con la ropa de la cintura para abajo en el suelo. La blusa abierta sin nada debajo más que las manos sujetando los pechos. Las uñas de las manos, los labios y los pezones del mismo tono entre marrón y rojo. Las piernas tan blancas como el cuello y lisas como un coche que podrías conducir a doscientos cincuenta por hora, y su pelo igual de moreno en todas partes. Y ella se lame los labios.
Cierras de un portazo y dices:
-Lo siento.
Y del interior sale una voz que dice:
-No lo sientas.

Chuck Palahniuk
"Asfixia"
Ed. Mondadori, Barcelona 2001.

6 oct 2005

Hay que matar

Rosario cayó sobre él.Estaban solos, Rosario y Byron Roberts, y Rosario cayó sobre él, vertiginosa, desnuda, cruel.
Rosario no gruñía. Rosario no jadeaba. Rosario no gemía. Rosario no se permitía el suspiro. Rosario no se permitía los estertores que acompañan la destilación de las leches.
No, no fue sobre la tabla de la mesa en la que cenaban ella, Farrell y Byron Roberts. No fue en el piso de la comisaría, ni en un recoveco que oliese a encierro, a desechos que esperaba el fuego. Fue en la cama que Farrell compró a plazos.
Rosario le quitó la ropa a Byron Roberts, y tendió a Byron Roberts en la cama que Farrell compró a plazos. Lo tendió boca arriba, y lo domó.

Andrés Rivera
"Hay que matar"
Alfaguara, Buenos Aires, 2001

No es nada de tu cuerpo

No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines

4 oct 2005

Solitary pleasure

Ella humedeció el dedo mayor con su lengua y empezó a deslizarlo por entre los pliegues rosados de su vagina...

2 oct 2005

La historia del ojo

"En el rincón de un corredor había un plato con leche para el gato: “Los platos están hechos para sentarse”, me dijo Simona. “¿Apuestas a que me siento en el plato?” —”Apuesto a que no te atreves”, le respondí, casi sin aliento.
Hacia muchísimo calor. Simona colocó el plato sobre un pequeño banco, se instaló delante de mí y, sin separar sus ojos de los míos, se sentó sobre él sin que yo pudiera ver cómo empapaba sus nalgas ardientes en la leche fresca. Me quedé delante de ella, inmóvil; la sangre subía a mi cabeza y mientras ella fijaba la vista en mi verga que, erecta, distendía mis pantalones, yo temblaba.
Me acosté a sus pies sin que ella se moviese y por primera vez vi su carne “rosa y negra” que se refrescaba en la leche blanca. Permanecimos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro.De repente se levantó y vi escurrir la leche a lo largo de sus piernas, sobre las medias. Se enjugó con un pañuelo, pausadamente, dejando alzado el pie, apoyado en el banco, por encima de mi cabeza y yo me froté vigorosamente la verga sobre la ropa, agitándome amorosamente por el suelo. El orgasmo nos llegó casi en el mismo instante sin que nos hubiésemos tocado..."

La historia del ojo (fragmento)
George Bataille

30 sept 2005

Ella esperó pacientemente a que termine de mentirle de esa forma prolija y cronológicamente estudiada sin la menor afectación en su rostro. El siguió hablando y gesticulando, tratando de descifrar el efecto de sus palabras, pero con poca suerte.
Quedó el silencio oxidándose en el aire, y él se sintió descubierto, pero no vencido.
El sabía que ella sabía, y viceversa. Ni siquiera estaba seguro de que hubiera escuchado su monólogo ininterrumpido a modo de ofrenda, de ritual para la expiación de los pecados que cometía sistemáticamente sin remordimiento ni culpa.
La miró como interrogando, como buscando una señal.
Ella midió la distancia que los separaba, se quedó un rato dibujando con sus ojos la forma de su boca y recorrió con su mirada el curso de sus brazos hasta las manos, que sabía hábiles dentro de ella. No estaba tan equivocado, ella casi no lo había escuchado, conocía de sobra la "puesta en escena", además era tan previsible...
El carraspeó, e intentó seguir su argumentación pero ella lo detuvo con un gesto. Se inclinó sobre la mesa apoyando los codos y dejando a la vista el nacimiento de sus senos que oblicuamente se ofrecieron. Acercó los labios a su oído y le dijo lacónicamente, como un susurro:
-Cogéme.-

28 sept 2005

El libro de Manuel (fragmento)

...rechacé la sabana y la obligué a tenderse poco a poco de lado, besándole los senos, buscándole la boca que murmuraba palabras sueltas y quejidos de entresueño, la lengua hasta lo mas hondo mezclando salivas en las que el coñac había dejado un lejano sabor, un perfume que también venia de su pelo en el que se perdían mis manos, tirándole hacia atrás la cabeza pelirroja, haciéndole sentir mi fuerza, y cuando se quedo quieta, como resignada, resbalé contra ella y una vez mas la tendí boca abajo, acaricié su espalda blanquísima, las nalgas pequeñas y apretadas, las corvas juntas, los tobillos con su rugosidad de tanto zapato, viajé por sus hombros y sus axilas en una lenta exploración de la lengua y los labios mientras mis dedos le envolvían los senos, los moldeaban y despertaban, la oi murmurar un quejido en el que no había dolor pero una vez mas vergüenza y miedo porque ya debía sospechar lo que iba a hacerle, mi boca bajaba por su espalda, se abría paso entre la doble piel suavísima y secreta, mi lengua se adelantaba hacia la profundidad que se retraía y apretaba hurtándose a mi deseo. Oh no, no, así no, le oí repetir, no quiero así, por favor, por favor, sintiendo mi pierna que le ceñía los muslos, liberando las manos para apartarle las nalgas y ver de lleno el trigo oscuro, el diminuto botón dorado que se apretaba, venciendo la fuerza de los músculos que resistían. Su neceser estaba al borde de la mesa de noche, busqué a tientas el tubo de crema facial y ella oyó y volvió a negarse, tratando de zafar las piernas, se arqueo infantilmente cuando sintió el tubo en las nalgas, se contrajo mientras repetía no, no, así no, por favor- así no, infantilmente así no, no quiero que me hagas eso, me va a doler, no quiero, no quiero, mientras yo volvía a abrirle las nalgas con las manos libres y me enderezaba sobre ella, sentí a la vez su quejido y el calor de su piel en mi sexo, la resistencia resbalosa y precaria de ese culito en el que nadie me impediría entrar, aparté las piernas para sujetarla mejor, apoyándole las manos en la espalda, doblándome lentamente sobre ella que se quejaba y se retorcía sin poder zafarse de mi peso, y su propio movimiento convulsivo me impulsó hacia adentro para vencer. la primera resistencia, franquear el borde del guante sedoso e hirviente en el que cada avance era una nueva suplica, porque ahora las apariencias cedían a un dolor real y fugitivo que no merecía lástima, y su contracción multiplicaba una voluntad de no ceder, de no abjurar, de responder a cada sacudida cómplice (porque eso creo que ella lo sabia) con un nuevo avance hasta sentir que llegaba al término como también su dolor y su vergüenza alcanzaban su término y algo nuevo nacía en su llanto, el descubrimiento de que no era insoportable, que no la estaba violando aunque se negara y suplicara, que mi placer tenia un limite ahí donde empezaba el suyo y precisamente por eso la obstinación en negármelo, en rabiosamente arrancarse de mi y desmentir lo que estaba sintiendo, la culpa, mama, tanta hostia, tanta ortodoxia. Caído sobre ella, pesando con todo mi peso para que me sintiera hasta lo más hondo, le anudé otra vez las manos en los senos, le mordí el pelo en la base del cuello para obligarla a estarse inmóvil aunque su espalda y su grupa temblaban acariciándome contra su voluntad y se removían bajo un dolor quemante que se volvía reiteración del quejido ya empapado de admisión, y al final cuando empecé a retirarme y a volver a entrar, apartándome apenas para sumirme otra vez, poseyéndola mas y mas mientras la oía decir que la lastimaba, que la violaba, que la estaba destrozando, que no podía, que me saliera, que por favor se la sacara, que por favor un poco, un momento solamente, que le hacia tanto mal, que por favor, que le ardía, que era horrible, que no podía mas, que la estaba lastimando, por favor querido, por favor ahora, ahora, hasta que me acostumbre, querido, por favor un poco, sacamela por favor, te pido, me duele tanto, y su quejido diferente cuando me sintió vaciarme en ella, un nacimiento incontenible de placer, un estremecerse en el que toda ella, vagina y boca y piernas duplicaban el espasmo con que la traspasé y la empalé hasta el limite, sus nalgas apretadas contra mis ingles, tan unido a ella que toda su piel era mi piel, un mismo desplomarse en la llamarada verde de ojos cerrados y confundido pelo y piernas enredadas y el venir de la sombra resbalando como resbalaban nuestros cuerpos en un confuso ovillo de caricias y de quejas, toda palabra abolida en el murmullo de ese desligamiento que nos liberaba y devolvía al individuo, a comprender otra vez que esa mano era su mano, y que mi boca buscaba la suya para llamarla a la conciliación, a una salada zona de encuentro balbuceante, de compartido sueño."

El libro de Manuel
Julio Cortázar

15 sept 2005

Putas asesinas

-Tus palabras, lo reconozco, han sido amables. Temo, sin embargo, que no has pensado suficientemente bien lo que decías. Y menos aún lo que yo decía. Escucha siempre con atención, Max, las palabras que dicen las mujeres mientras son folladas. Si no hablan, bien, entonces no tienes nada que escuchar y probablemente no tendrás nada que pensar, pero si hablan, aunque sólo sea un murmullo, escucha sus palabras y piensa en ellas, piensa en su significado, piensa en lo que dicen y en lo que no dicen, intenta comprender qué es lo que en realidad quieren decir. Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir. En el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida. Para tus amigos, Max, en ese estadio que ahora se comprime en tu memoria como el símbolo de la pesadilla, yo sólo fui una buscona extraña, un estadio dentro del estadio, al que algunos llegan después de bailar una conga con la camiseta enrollada en la cintura o en el cuello. Para ti yo fui una princesa en la Gran Avenida fragmentada ahora por el viento y el miedo (de tal modo que la avenida en tu cabeza ahora es el túnel del tiempo), el trofeo particular después de una noche mágica colectiva. Para la policía seré una página en blanco. Nadie comprenderá jamás mis palabras de amor. Tú, Max, ¿recuerdas algo de lo que te dije mientras me la metías?
-(El tipo mueve la cabeza, la señal es claramente afirmativa, sus ojos húmedos dicen que sí, sus hombros tensos, su vientre, sus piernas que no dejan de moverse mientras ella no lo mira, tratando de desatarse, su yugular que palpita).


Roberto Bolaño
"Putas asesinas"
Anagrama, Barcelona, 2001

13 sept 2005

"Se incorporó a medias de la cama diciéndole que le dolían los pechos, frágil excusa.
El la miró. Se acercó a ella sin dejar de mirarla. Recorrió con el dedo índice -suavemente- el trayecto del ombligo hasta donde comenzaba el corpiño. Ella lo observaba y él no sacaba sus ojos de los de ella. Era un duelo silencioso donde no había palabras. Todo sentidos. Metió uno a uno sus dedos entre la piel y el corpiño y émpezó a acariciarla. Sus dedos apresaron el pezón que instantaneamente cobró vida como si hubiera estado esperando ese contacto para despertarse. Como un acto reflejo ella hundió su pecho, y acusó recibo del avance. El seguía mirándola con un gesto inexcrutable, con los dedos recorriendo ese pecho de memoria, pero su respiración se hizo mas intensa, y la mano le temblaba al intentar mantener la cadencia de su caricia. Ella gimió pero se mordió el labio. No resignó su sitio, y le sostuvo la mirada. El dejo de mover sus dedos y respiró como si hubiera estado conteniendo el aire desde siempre, buscando sin preguntar una respuesta. Ella sonrió a medias -como ella sabía sonreir- tomo su mano, la apartó de su pecho y la llevo hacia su boca. Chupó ese dedo índice lentamente sin dejar de mirarlo. Después lo guío hasta el mismo pecho y con su propia mano y el dedo de él a modo de lápiz, empezó a dibujar círculos alrededor de su pezón, que entonces si, quedó húmedo y erecto como trofeo de aquella guerra silenciosa que ella -intencionadamente- acababa de perder."

12 sept 2005

Sentimental Journey

Se sentía excitada, pero con miedo. Siempre, las mujeres pensamos que nosotras somos las únicas que tenemos miedo, se dijo. Los hombres son la seguridad, el sexo fuerte; nosotras somos lo incierto, el sexo débil. ¿Será verdad? Respóndeme papacito, háblame, y ay, qué tipo más sabroso. ¿Me dirá algo? ¿Le voy a responder? Tiene linda boca. y entreabrió los ojos, justo cuando empezaba a imaginar la pinga del fulano. Era alto, grande, fuerte. Bien podía ser un mequetrefe, pero no lo parecía. Había algo en él que la atemorizaba. ¿Cómo sería -se preguntaba con insistencia- puesto a trabajar en una cama? ¿ y su pinga? Muchas veces los hombres son completamente decepcionantes: cuando no se disculpan por que la tienen chica, hacen advertencias por si acaso no se les para; o bien la tienen como de madera pero no la saben usar. O si no, son faltos de imaginación, tanto como la mayoría de las mujeres. Eso, se dijo, eso es lo grave: la falta de imaginación que todos tenemos. Se pasó la lengua por la boca. ¿ Por qué lo provocaba? ¿Por qué se excitaba al coquetearlo, si también ella sentía miedo? Si cada vez que un hombre la abordaba sentía esa cosa hermosa, gratificante, de comprobar su poder, pero a la vez temía, no sabía bien qué, pero temía como una niñita perdida de sus papás. ¡Ah, si el tipo la mirara en ese preciso instante, en que con los ojos cerrados se pasaba la lengua por los labios, já, se volvería loco! Seguramente, estaba pensando en cómo iniciar la charla, y ¿qué le diría ? Ellos siempre creen que son originales, pero siempre dicen lo mismo. Todos, lo mismo. y una, siguiéndoles la corriente sólo si el chico nos interesa, pero también diciendo lo mismo. Los hombres -amplió la sonrisa, escondió la lengua- son como animalitos: torpes, previsibles, encantadores. Pero también terríficos, peligrosos cuando adquieren fuerza o cuando se ponen tontos. Que es lo que casi siempre les ocurre.Entonces pensó en mirarlo a los ojos. No le diría nada, no necesitaba hablar. Sencillamente le regalaría una mirada, una media sonrisa y bajaría los ojos. Eso sería suficiente para que él supiera que podía empezar su jueguito. Y vaya que se lo seguiría. Pero decidió pestañear primero, por si él la miraba en ese instante; sería como un aviso, ya la vez una incitación. Si mantenía su mirada al ser mirado y luego le hablaba, cielos, ese tipo valía la pena.

Mempo Giardinelli
"Sentimental Journey", en "10 relatos eróticos"
Plaza & Janés, Barcelona, 1996.
“Lo oía, pero no lo escuchaba. Lo miraba –mucho-. El dejó de hablar, me tomó por los hombros y me incorporó hasta quedar su cara frente a la mía. Empezó a besarme y apoyo mi espalda contra la pared. Se pegó contra mí sin dejar de besarme, casi con desesperación. Yo me dejaba hacer, los brazos al costado de mi cuerpo inmóvil, sintiendo su boca dentro de la mía. Sus manos bajando por mis hombros recorriendo mis brazos, y tomando las mías entre sus dedos. Me seguía besando, haciéndome sentir su cuerpo sobre el mío. Se separó un poco para mirarme y preguntarme que me pasaba. Creo que le dije que me sentía rara…. Me tomó la cara con las dos manos y volvió a besarme, intensamente. Entonces yo pasé mis manos por encima de sus hombros y lo atraje hacia mi, ahora si, respondiendo a cada movimiento suyo.
Lo aparté.
-Por que volviste…? - le pregunté.
El me miró - …sonreía ? -

-Nunca me fui -respondió.
Sus labios por mi cuello, bajando y subiendo, demorándose en el nacimiento de mis pechos, sus manos por debajo de la remera acariciándome, y mis pezones –duros- respondiendo a su tacto. Anudados sin dejar de besarnos, me llevaba por el pasillo que conduce a mi dormitorio. En la mitad del trayecto, me empuja contra el costado y me da vuelta. Me veo en el espejo que está al final. Retengo esa imagen: mis brazos como queriendo apuntalar la pared, él detrás mío rodeándome. Sus manos por debajo de mi pollera moviéndose seguras, sus manos en mis pechos. Me hace sentir su sexo, mientras me besa la espalda, el cuello… sin pausa. Seguimos por el pasillo sin dejar de besarnos, me lleva hacia la cama y aparta el libro que había quedado allí junto con los lentes. Me tira sobre ella, todavía vestida.Aparta la pollera, desprende los broches del body, que llevaba a modo de ropa interior, y mira mi vagina que queda expuesta. Expuesta toda yo, recostada con las piernas abiertas, desnudo mi sexo, la luz encendida…Lo miro mientras me mira y siento el mismo deseo. Se desabrocha el pantalón sin prisa, no deja de mirarme y al mismo tiempo que apoya su boca sobre la mía, me penetra violentamente…y gimo, lo siento dentro mío con fuerza, pero esta vez mi boca enmudece dentro de la suya, atrapada.”

10 sept 2005

Seda

" Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo,quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin. "

Alessandro Baricco (Italia, 1958)
Seda (fragmento)

Escribirte

Escribirte, escribirte, dibujarte. Llenarte el pelo de todas las palabras detenidas, colgadas en el aire, en el tiempo, en aquella rama llena de flores amarillas de cortes cuya belleza me pone los pelos de punta cuando vengo bajando sola, por la carretera, pensando. Definir el misterio, el momento preciso del descubrimiento, el amor, esta sensación de aire comprimido dentro del cuerpo curvo, la explosiva felicidad que me saca las lágrimas y me colorea los ojos, la piel, los dientes, mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo, poema, entre tus manos que me acarician y me van deshojando, sacándome las palabras, volteándome de adentro para afuera, chorreando mi pasado, mi infancia de recuerdos felices, de sueños, de mar reventando contra los años, cada vez más hermoso y más grande, más grande y más hermoso.
Como puedo agarrar la ilusión, empuñarla en la mano y soltártela en la cara como una paloma feliz que saliera a descubrir la tierra después del diluvio; descubrirte hasta en los reflejos más ignorados, irte absorbiendo lentamente, como un secante, perdiéndome, perdiéndonos los dos, en la mañana en la que hicimos el amor con todo el sueño, el olor, el sudor de la noche salada en nuestro cuerpos, untándonos el amor, chorreándolo en el piso en grandes olas inmensas, buceando en el amor, duchándonos con el amor que nos sobra.


Gioconda Belli
"Estaba sobre él, a horcajadas , moviéndose despacio. Sus caderas dibujaban circulos imaginarios, cambiando el ritmo...mas fuerte...mas suave... y fuerte otra vez. Contraía los músculos de su vagina, tal como si ahorcara ese sexo que se mantenía duro dentro de ella.
Esas pequeñas muertes producían en él espasmos de placer. Le pedía a media voz -como un ruego, casi- que no deje de hacerlo... Ella se inclinó sobre su pecho, y se quedó alli inclinada, sin dejar de moverse. El le corrió el pelo que le caía sobre el rostro , la incorporó, tomó esas caderas con las dos manos y dejó de moverse.
-Dejáme que te vea-le dijo.

-Qué....? -ella no alcanzaba a entender.
-Sos hermosa... -le dijo con su mirada penetrante, desnudándola de ese modo, otra vez. La tomó con sus manos a modo de timón y empezó a marcar su propio ritmo, hasta hacerlo casi frenéticamente. Ella se dejaba conducir adonde él la llevaba, tiró su cuerpo hacia atras, y sintió todo el calor que iba escalando centímetro a centímetro su cuerpo hasta estallar con un gemido casi inaudible. Entonces la atrajo hacia sí, tomo sus pechos y le dijo: dámelos.
Ella se inclino hasta que la boca de él, pudo alcanzar sus pezones, dolorosamente duros de placer. Aún no se había amansado su respiración, cuando volvió a estremecerse. No podía dejar de temblar mientras él chupaba sus pechos con desesperación.
"

9 sept 2005

Mujeres desnudas que saben exactamente lo que quieren


"Maribel se acercó a él con pasos lentos, silenciosos, los memoria alguna de la un momento, se sentó en el borde de la cama, y le miró de frente. Juan se volvió ligeramente hacia allí y empezó a desabrocharle la bata despacio, con las dos manos. En el primer botón, ella cerró los ojos. En el tercero, volvió a abrirlos. Cuando cayó el último, se desprendió de la tela con un movimiento de los hombros y terminó de desnudarse ella misma, con una habilidad, una rapidez sorprendentes. Quizás para compensarlas, se tumbó sobre la cama con una lentitud majestuosa y controlada, la complacida, indolente pasividad de una odalisca clásica, y mantuvo sus ojos fijos en los de Juan sin iniciar ningún movimiento, como si estuviera segura de que él sabría apreciar lo que estaba viendo. Ni siquiera se movió cuando una mano abierta empezó a deslizarse sobre su cuerpo, desde la clavícula hacia abajo primero, desde las rodillas hacia arriba después, perdiendo serenidad en cada milímetro de su piel de manzana recién lavada. Él reconocía su firmeza, la tensa elasticidad de aquella carne dura que sabía ablandarse bajo la presión de sus pulgares, y que extraía de su propia abundancia la ventaja de un cierto temblor aterciopelado, oceánico, en la base de los pechos, en las caderas redondas, en la mullida funda que, a la altura de sus riñones, desencadenaba la furia compacta y circular de un culo estupendo, más que estupendo, tan insoportablemente perfecto que lo sintió en el filo de los dientes mientras lo recorría con las yemas de los dedos. Aquella mujer estaba llena de asas, y él no había decidido aún a qué par renunciar cuando metió la lengua en su boca para encontrar un sabor áspero y caliente, el sabor del aguardiente donde maceran las guindas, que es el sabor de las mujeres desnudas que saben exactamente lo que quieren”


Almudena Grandes,
"Los aires difíciles"
Tusquets, Barcelona, 2002.

Toco tu boca

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si
por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano dibuja.Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. "

Julio Cortázar
Cap. 7 de "Rayuela"

"...Me sentía exhausta, las piernas aún me temblaban y me recosté casi en forma fetal, abrazada a las almohadas con los ojos cerrados.
Terminó de ducharse y caminó hacia la cama secándose con el toallón, lo tiró a un costado y así desnudo se pegó contra mí. Corrió el pelo que estaba sobre mi cuello y allí empezó a besarme despacio. Sus brazos me rodeaban, sus manos empezaron a buscar mis senos y sus dedos dibujaban mis pezones casi sin tocarlos… Sentía su respiración en la nuca y su sexo en mi costado empezó a latir con fuerza. Sus manos fueron bajando por los brazos, por mi espalda, acariciaron mi trasero y se metieron entre mis piernas separándolas. Sus dedos en mi vagina empezaron a moverse y yo sentía toda esa humedad que ardía, latiendo. Empecé a gemir y a respirar con dificultad mientras él no dejaba de jugar con mi clítoris. Me incorporó tomándome por las caderas y me penetró por detrás mientras cubría con su pecho mi espalda y tomaba mis senos entre sus manos violentamente. Mi cuerpo tenso sintiendo el embate de su sexo dentro mío, un cosquilleo de placer intenso, gimiendo y acelerando el ritmo hasta que no pudimos mas y caímos en cruz sobre las sábanas, con la respiración entrecortada. El encima mío y su cabeza pequeña perdida en mi pelo. Apoyó su cara sobre la mía y con sus brazos cubrió los míos, como queriendo abarcarme entera… Solo se movió para alcanzar la punta de las sábana con los dedos, y nos quedamos así un largo rato, simétricos, apenas cubiertos nuestro cuerpo, que en ese momento era de los dos…”

Hay que estar siempre ebrio...

Hay que estar siempre ebrio. Todo consiste en eso; es la única cuestión. Para no sentir el peso horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de un foso, en la triste soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que gira, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, las olas, las estrellas, los pájaros, el reloj, os contestarán: ‘¡Es la hora de embriagarse!‘ Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud, como queráis.”

Charles Baudelaire

Solamente las noches


Escribiendo,
he pedido, he perdido

en esta noche,en este mundo
abrazada a vos,
alegría de mi naufragio.

he querido sacrificar mis dias y mis semanas
en las ceremonias del poema

he implorado tanto
desde el fondo de los fondos
de mi escritura

Coger y morir no tienen adjetivos.



“Solamente las noches”
Alejandra Pizarnik
1972


Será...?

Te preguntaste alguna vez que es lo que la hace sonreir asi...?