11 dic 2006

J


El detuvo su auto antes de llegar a destino.
El afirmó -no dudó un instante- que ella sabía que la miraba, que la mira siempre.
El le preguntó si de verdad creía que era solo un niño. Dios. Eso le venía diciendo desde hace meses y meses, en esos corredores del lugar donde ambos trabajaban: "Sos un bebé, no dá..."
Ella sonrió (sabia que no lo era, o si -pero no importaba-).
El vió la señal, tomó su cara entre sus manos y la acercó a su boca, temblando. La besó mucho, mucho...salía de su boca y besaba sus párpados cerrados, la comisura de sus labios, su cuello, sus brazos...
Ella lo dejaba hacer y observaba su rostro casi perfecto, la sonrisa de publicidad, el cuerpo marcado, el pelo desprolijo por esos escarceos...su sexo duro apretando su costado.
Sintió sus pezones erectos, respiraba agitada... esa sensación de sentirse poderosa y esclava a la vez. Cada uno elige su propio infierno, solía decirse. Sería esta la próxima estación...?
Detuvo sus manos, mientras él la miraba entre frustrado y suplicante...si, era un niño.
Y la miraba como la mira siempre.
Ella se acercó despacio y le susurró al oído, mientras desabrochaba su camisa:
"no digas que no te avisé".
Esa noche de octubre todavía no terminaba, y ella que habia avisado, supo que habia niños que sabian querer como hombres, y que habia mujeres que -increiblemente- no habian dejado de ser niñas. Por suerte.

14 nov 2006

Intimidad


Le gusta subir, bajar una y otra vez, que la boca busque los
pezones y la mano investigue las texturas del escroto.
Le gusta (tanto) acariciarle las nalgas mientras está de rodillas
mamándosela.
Le gusta el amoroso uso que hacen de los lubricantes y las almohadas.
Le gusta la idea de follar en las ventanas.
Le gusta que la ensucie, que su esperma la empape como la tinta al papel.
Le gusta la agitación tierna y ansiosa del apareamiento.
Le gustan los instantes casi sáficos, los brutales, los dionisíacos.
Le gusta que el bombón se le derrita dentro del coño y él lo beba de sus muslos.
Le gustan sus horas animales.
Le gusta que la encule al amanecer.
Le gusta que la bese antes de penetrarla.
Le gusta que le mordisquee las vértebras.
Le gusta que se le mee encima en la ducha.
Le gusta notarse constantemente inflamada en los dominios de su placer.
Le gustan las opresiones placenteras, los besos que no dejan respirar.
Le gusta saber que folló con muchas mujeres.
Le gusta la idea de que pueda follar con otras mujeres.
Le gusta su cuerpo al trasluz.
Le gusta el tiempo que se toma para sorberle el coño como si exudara almíbar.
Le gusta hacer palabra, hacer amor, hacer sexo.
Le gusta que sea de salitre.
Le gusta que todo cuanto se adhiere a él huela a sexo.
Le gustan las oleadas. Las idas, las venidas, los regresos.
Le gustan los cien nombres con que la invoca.
Le gusta no estar de acuerdo con él en todo.
Le gusta sentirse adherida a él sin que pesen reglas sobre su vínculo.
Le gusta que la mutua pertenencia sea un acto de libre convencimiento.
Le gusta este sexo que es confluencia.
Le gusta el modo en que para que los cuerpos lleguen a tiempo, consiguen ausentar la mente.
Le gusta el modo en que él escucha su deseo, concediéndole la justa importancia, sin reprimirlo, ni darse del todo, sin escapar.
Le gusta hacer. Dejarse hacer. Que se deje hacer. Que le ordene hacer. No hacer.
Le gusta cómo se afloja la hebilla del cinturón.
Le gustan esas llamadas calientes.
Le gusta su risa. La pone cachonda su ambición creativa.
Le gusta tocarse y escabullirse un instante de su abrazo. Tentarle. Le gusta verle masturbarse y masturbarse para él.
Le gusta hablar sucio, hacer cosas sucias, pensar cosas sucias, pringarse.
Le gustan cosas que él ni imagina.


Quiere montarle apartando la tela húmeda de un bañador lleno de arena. Metérsela entera, sin más, mordiéndole el labio y que la arena la pula por dentro.
Quiere follar con él bajo el agua.
Quiere ser su admiradora secreta.
Quiere besos rudos, empujones, quiere polvos perentorios en lugares poco comunes.
Quiere su cuerpo desnudo sobre la hojarasca de un bosque y el suyo aplastándola contra la tierra, emborracharse del olor a humus, follar alguna vez bajo la lluvia.
Quiere abrirse tanto que su puño le quepa.
Quiere ser una increíble flor suculenta y empaparle la cara de jugos.
Quiere su frenillo en la base de la lengua.
Quiere besarle y lamerle el tendón de Aquiles.
Quiere chupar un plátano a un centímetro de su cara hasta que la coja de los pelos y la guíe hasta sus ingles.
Quiere tardar en hervir.
Quiere salir a buscar una chica juntos para compartirla.
Quiere que a veces el sexo sea un largo abrazo inmóvil.
Quiere que la inicie en algo y ser su iniciadora.
Quiere que la tome por sorpresa y follar vestidos.
Quiere vestirse para desnudarse.
Quiere que apretarse las tetas, elevarlas, que él coma una bomba de merengue de su canalillo. Quiere que la ate y la amordace y le vende los ojos.
Quiere follar en una biblioteca.
Quiere más largo, más lento, más intenso.
Quiere conciencia de tacto, de respiración, de movimiento.
Quiere marcas en su órgano más extenso.
Quiere ser follada por atrás delante de un espejo. Ver su rostro. Que él vea el suyo. Ver las manos en sus tetas, no sólo sentirlas.
Quiere una instantánea de ese momento.
Quiere hacerse fotos y grabar un polvo salvaje, saber que está ahí, pero no verlo.
Quiere tocar y ser tocada en todas partes.
Quiere llegar y que llegue a todas partes.
Quiere rendirse y que cada vez sea un huésped distinto.
Quiere follar con la mirada en los bares.
Quiere tenderse en la cama vestida y pedirle que la desnude sin una palabra.
Quiere juegos de ritmo, de espejos, de concordancia, de sintonía, de aliento.
Quiere desromantizar completamente lo erótico.
Quiere gemir, chillar, jadear, despertar a los muertos.
Quiere oírle gemir, quiere estertores de placer en su garganta, como los de un ahogado.
Quiere abrir los labios muy despacio y que la mente esté lo más lejos posible.


Intimidad (1)
el florido byte

Cancion de la belleza

Recuerdas para mí la canción de la belleza
cuando la olvido, cuando la noche
y la ausencia de razón
me impiden cantar,
saber quién soy.
La recuerdan las yemas de tus dedos.
La recuerda la saliva de tu boca.
La recuerda tu sexo entre mis nalgas.
La recuerda tu voz en el silencio que sabe.

el florido byte

6 nov 2006

Alba (sueño de madrugada)


me pediste que te hiciera
algo prohibido
te dije entonces

que te dieras vuelta

y ya estabas vestida

madrugada del jueves 24/08/06
Sueños
Martín Yuchak


31 oct 2006

Diario, semanario y poemas en prosa


Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mi, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro luger en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, haste que yo te digo que tengo hambre y sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?


Jaime Sabines

25 oct 2006

El recuerdo


Una pena repta por su ombligo. Ayer
(ayer) me dijo oblicuamente amor mío y
hoy, hoy tengo que ser áspera con la memoria,
enlazar las manos con ansiedad,
tomar cafés,
hacerme cueva o nimiedad.


Concha Martínez

21 oct 2006

Querido coleccionista


"Querido coleccionista:

Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada, cuando se convierte en una obsesión mecánica. Llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas, que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades.
No sabe usted lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisiacos. Usted reduce el mundo de sus sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre... No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales..."

Anais Nin
"Diarios"
Diciembre de 1941

19 oct 2006

Kinski


Como está de espaldas, no le veo la cara. Está parada delante de una boutique de Montparnasse, mirando el escaparate. Solo veo su culo respingón, que me hipnotiza desde la vereda de enfrente. Esos culos solo lo tienen las negras, pienso con un cosquilleo en los cojones. La primera que saboreé fué una estudiante norteamericana, en París, antes de conocer a Jasmín. Sus untuosas secreciones, cuya lava blanca se vertió sobre mi cara y en mi lengua, tenían un sabor intenso y exótico, como de miel silvestre. Despedía un olor tan sensual, a mujer-animal que no supe por qué acabé mareándome: si por su olor o por los muchos orgasmos.
Me chifla el olor de las negras. Cruzo la calle y me coloco tan cerca de ella que mi polla tiesa casi roza sus nalgas. Su ansiosa cara de animal se refleja en el vidrio del escaparate. Se gira hacia mí: cara a cara con esa negra folladora pura sangre, balbuceo una retahila de chorradas tan indescriptible que ella se limita a sonreir y a ponerme en los labios dos dedos de su mano algo húmeda, como queriendo decir: "reserva tu aliento para el polvo".

Klaus Kinski
"Yo necesito amor" Memorias
Editorial Tusquets

18 oct 2006

Delmira



"...Vamos mas lejos en la noche
vamos donde ni un eco repercuta en mi
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti."

Delmira Agustini
1886-1914

25 ago 2006

Baek


Llegaste tarde, entrada la noche, yo te esperaba
toda monte verde bajo las sábanas
el imperceptible siseo de la ropa al atravesar tus brazos largos
el cuidadoso gesto de doblarla y acomodarla en una silla
los pasos perdidos de tus zapatos al caer
inertes
sobre la alfombra de pelo ralo.

Yo te espiaba por el hueco de mis brazos sobre la almohada

Sentí el olor a bosque luego, a mi lado
tu mano en el cuenco de mi espalda

(Y yo, que no deseaba abandonar ese juego de duermevela
mientras tu nariz se hundía en la primavera azabache, nocturna
de mi nuca desperezándose.)

Y tu otra mano recorriendo caminos nuevos
por el acantilado que baja desde mis brazos.

Torbellino, te miro con ojos cerrados
y sonrisa leve
escrutando tu seriedad
Es tan perfecto el encastre de tu mirada fija, decidida, cortante
en este aire sombrío y húmedo que nos separa.

En cámara lenta tu muslo se me intercala
No quiero asumir aún mi rol de tierra conquistada
Espero que lentamente me impongas el peso de tu cuerpo
para rendirme sin batalla

Y liberas un beso en mi cuello,
silencioso, ligero,
esperando un murmullo de bienvenida
como arenga para desenvainar armas.

Siento tu calor que se derrama como sangre
por el espacio triangular que es vestíbulo a mi soberana carne

Te espío, monolito, obelisco, principio primero
irracional y salvaje
Te espío y no cedo, no cedo a voltearme
Te espío sin mirarte, en las sensaciones húmedas
con las antenas parabólicas de mi pubis pantano.

Entonces, una pequeña flexión de mi pierna
te invita a abrazarme
tus besos esclavos suplican atención
peregrinando arrodillados,
subiendo -uno a uno- los peldaños de mi espalda.

Por fin oyes la arenga
entrecortada, sorda, jadeante
Y como buen soldado se te hincha el pecho de coraje
Tus manos se aferran al ángulo obtuso de mis axilas
El capitán estudia el campo y traza sus tácticas
La tropa ardiente, enardecida, brasa
se lanza
en un barco titánico que hundiendo quilla en tierra
abre ríos caudalosos a su paso.

Despedida
María Celeste Baek

11 ago 2006

Cinco poemas para Cris


I

Ya mucho más allá del mezzo
«camin di nostra vita»
existe un territorio del amor
un laberinto más mental que mítico
donde es posible ser
lentamente dichoso
sin el hilo de Ariadna delirante
sin espumas ni sábanas ni muslos.
Todo se cumple en un reflejo de crepúsculo
tu pelo tu perfume tu saliva.
Y allí del otro lado te poseo
mientras tú juegas con tu amiga
los juegos de la noche.

II

En realidad poco me importa
que tus senos se duerman
en la azul simetría de otros senos.
Yo los huebiera hollado
con la cosquilla de mi roce
y te hubieras reído justamente
cuando lo necesario y esperable
era que sollozaras.

III

Sé muy bien lo que ganas
cuando te pierdes en el goce.
Porque es exactamente
lo que yo habría sentido.

IV

La justa errata
habernos encontrado al final del día
en un paseo púbico.

V

Me gustaría que creyeras
que esto es el irrisorio juego
de las compensaciones
con que consuelo esta distancia.
Sigue entonces danzando
en el espejo de otro cuerpo
después de haber sonreído
apenas
para mí.

Julio Cortázar
"Cinco poemas para Cris"

18 jul 2006

17

Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo, con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosa me iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cada uno de sus poros surgía una especie de uña que me perforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Una exudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas; hasta que su sexo —lleno de espinas y de tentáculos— se incrustaba en mi sexo, recipitándome en una serie de espasmos exasperantes. Era inútil que le escupiese en los párpados, en las concavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y mi desprecio. Hasta que la última gota de esperma no se me desprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gota de lacre erretido, sus encías continuaban sorbiendo mi desesperación; y antes de bandonarme me dejaba sus millones de uñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio que pasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poder echarme una gota de yodo en cada una de las heridas... ¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de la predilección de los súcubos!

Oliverio Girondo
"Espantapájaros", 1932

15 jul 2006

Puro erotismo


" Era un pusilánime. Hasta se sintió vulgar, despreciable, porque apenas la espiaba de reojo, como un voyeurista adolescente que miraba calzones en los tendederos y se masturbaba imaginándose los contenidos. Cerró los ojos con fuerza, y terminó el cigarrillo fastidiado consigo mismo, nervioso y ya casi convencido de que la batalla estaba perdida. Pero, ¿por qué? Si él tenía el sexo hecho un monumento al acero de doble aleación, y sabía muy bien cómo manejar a semejante muchacha, y la colocaría así, y le besaría aquí, y la acariciaría allá, y otro poquito así, y ay, a medida que se imaginaba todo, y la veía desnuda, encandilado por el brillo incomparable (seguro, debía ser así) de su sexo profundo, negro, vertical y jugoso como durazno de estación, a medida que fantaseaba se turbaba más pero también se dolía porque empezaba a pensar, a darse cuenta de que esos pechos magníficos, esa piel oscura y brillosa y como bañada en aceite de coco, esas piernas monumentales como obeliscos paralelos, no serían para él. Le empezó a doler la cabeza. Cerró los ojos y se dijo que lo mejor era dormirse. Llegarían a Nueva York al amanecer. "

Mempo Giardinelli
Puro erotismo

10 jul 2006

Pasmo de los mapas


En cada encuentro investigaba su cuerpo con vehemencia. Recorría las venas de los senos y contemplaba la tensión en los pezones. Remontaba la espalda y buscaba los huecos que crecían entre las escápulas como dunas cambiantes; paladeaba todos sus sabores y calibraba con los labios la longitud del vello apenas evidente. Cuando una noche, tomado del hastío de lo frecuentado, se disponía a marcharse, descubrió bajo la axila una peca rojiza y se hundió de nuevo en el periplo.

Marcos Taracido
"Pasmo de los mapas"

3 jul 2006

Responso


A su nombre que no sé
a su nombre de dos sílabas y gracias
a su sangre desarropada hasta el puro bostezo
a la madrugada que hoy hizo ejercicios de niebla
entre sus senos
a su carne fatigada de manos al saqueo
a su cuerpo al instante
a su piel rebuscándose el cuerpo
a su cuerpo
a todo eso que esta ahí, dando la vuelta, con la
calle al cuello.

dejo el aumento
y esta flor de sangre
en el vaso
donde bebo y
quedo…

(no quería tocarla, no quería, aún no lo quiero,
hubiera querido mi acordeón para tocarla
hubiera querido llevarla de la mano a jugar a los
muertos de amor y de miedo.
hubiera querido mimarla sin espejos en un puerto
decirle monosílabos
amarle el cuello un hombro
cualquier cosa…

Hubiera querido tener un sombrero para decirle
adiós)

Alberto Szpunberg
de "Poemas de la mano mayor"

22 jun 2006

Justo ahí


"¿El lenguaje más erótico de un cuerpo no está acaso allí donde la vestimenta se abre? En la perversión (que es el régimen del placer textual) no hay "zonas erógenas"; es la intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pantalón y el pullóver), entre dos bordes (la camisa entreabierta, el guante y la manga); es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición - desaparición..."

Roland Barthes
El placer del texto

21 jun 2006

Manual de pintura y caligrafía


"...«Mi amor», dijiste, y yo lo dije, abriéndote mi puerta toda, y entraste. Abrías mucho los ojos al avanzar hacia mí, para verme mejor o más de mí, y posaste tu bolso en el suelo. Y antes de que yo te besara, dijiste, para que lo pudieses decir serena: «Vengo a quedarme esta noche contigo». No viniste ni pronto ni tarde, viniste a la hora cierta, en el minuto exacto, en el preciso y precioso descansillo del tiempo en el que yo podía esperarte. Entre mis pobres cuadros, rodeados de cosas pintadas y atentas nos desnudamos. Tan fresco tu cuerpo. Ansiosos, y no obstante sin prisa. Y luego, desnudos, nos miramos sin vergüenza, porque el paraíso es estar desnudo y saber. Despacio (sólo despacio podría ser, sólo despacio) nos acercamos, y, ya cerca, de repente unidos, y trémulos. Apretados el uno contra el otro, mi sexo, tu vientre, tus brazos cruzados sobre mi cuello, y nuestras bocas, lenguas, y los dientes, respirándose, alimentándose, hablando sin palabras dichas, en un gemido interminable, como una vibración, letras inarticuladas, pausa. Nos arrodillamos, subimos el primer peldaño, y luego lentamente, como si el aire nos amparase, caíste de espaldas y yo sobre ti, tan desnudos, y luego rodamos desnudos, tú sobre mi cuerpo, tu pecho elástico, y los muslos cubriéndome, y los muslos como alas. Sobre mi nos unimos y rodamos otra vez, yo sobre ti, tu pelo ardiendo, ahora mis manos abiertas sobre el suelo como si sobre los hombros sostuviera el mundo, o el cielo, y en el espacio entre nosotros dos las miradas tensas, luego turbadas, y el rugir de la sangre fluyendo y refluyendo en las venas, en las arterias, latiendo en las sienes, barriendo bajo la piel el cuerpo y el cuerpo. Somos nosotros el sol, las paredes ruedan, los libros, los cuadros, Marte, Júpiter, Saturno, Venus, el minúsculo Plutón, la Tierra. He ahí ahora el mar, no mar largo y océano, sino la ola desde el fondo apretada entre dos paredes de coral y subiendo, subiendo hasta estallar en espuma, chorreante. Murmullo o secreto de aguas derramadas sobre los musgos. La oleada retrocede hacia el misterio de las fosas submarinas, y tú dijiste: «Mi amor». Alrededor del sol, los planetas vuelven a su grave, lenta caminata, y nosotros que estamos lejos los vemos ahora parados, otra vez cuadros y libros, y paredes en vez de cielo profundo. Es de noche otra vez. Te levanto del suelo, desnuda. Te apoyas en mi hombro y pisas el mismo suelo que yo. Mira, son nuestros pies, herencia enigmática, plantas que dibujan, ellas, el poco espacio que ocupamos en el mundo. Estamos en el marco de la puerta. ¿Sientes la película invisible que hay que romper, el himen de las casas, desgarrado y renovado? Dentro hay un cuarto. No te prometo el cielo claro y las nubes lentas de Magritte. Estamos los dos húmedos como si hubiéramos salido del mar y entramos como en una caverna donde la oscuridad se siente en el rostro. Una pequeña luz apenas. Cuanto baste para verte y para que me veas. Te acuesto en la cama, y tú abres los brazos y planeas sobre la página blanca. Me inclino sobre ti, es tu cuerpo que respira, falda de montaña y fuente. Tienes los ojos abiertos, tienes los ojos abiertos siempre, pozos de miel luminosa. Y tus cabellos arden, campo de trigo maduro. Digo «Mi amor» y tus manos descienden sobre mi desde la nuca a la raíz de la columna. Hay en mi cuerpo una antorcha. Se abren otra vez, alas, tus muslos. Y suspiras. Te conozco, reconozco donde estoy: mi boca se abre sobre tu hombro, mis brazos en cruz acompañan a tus brazos hasta los dedos clavados con una fuerza que no es nuestra. Como dos corazones, nuestros vientres laten. Gritaste, amor mio. Es todo el cielo el que grita sobre nosotros, parece que todo va a morir. Ya soltamos las manos, ya ellas se perdieron y encontraron, en las nucas, el pelo, y ahora abrazados esperamos la muerte que se acerca. Te estremeces. Me estremezco. Nos vemos sacudidos de la cabeza a los pies, y nos agarramos al borde de la caída. No se puede evitar. El mar va entrado ahora mismo, nos hace rodar sobre esta playa blanca, o esta página, revienta sobre nosotros. Gritamos, sofocados. Y yo dije «mi amor». Duermes, desnuda, bajo la primera luz de la mañana, veo tu seno recortado en el contraluz de la impalpable película de la puerta. Despacio, poso mi mano en tu vientre. Y respiro, sosegado."

José Saramago
"Manual de pintura y caligrafía"
Alfaguara, Buenos Aires, 1999

15 jun 2006

Pequeñas lecciones de erotismo


Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil - si placentera -
no creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadashay secretos en los poros para llenar muchas lunas

II

El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado
encuentras un astro y quizá deberás empezar
corregir el rumbo cuando nubehuracán o aullido profundo
te pongan estremecimientos
cuenco de la mano que no sospechaste

III

repasa muchas veces una extensión
encuentra el lago de los nenúfares
acaricia con tu ancla el centro del lirio
sumérgete ahógate distiéndete
no te niegues el olor la sal el azúcar
los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos

IV

Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
no quieras alcanzar la cima
retrasa la puerta del paraíso
acuna tu ángel caído revuelvele la espesa cabellera con la
espada de fuego usurpada
muerde la manzana

V

Huele
duele
intercambia miradas saliva impregnate
da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
pie hallazgo al final de la pierna
persíguelo busca secreto del paso forma del talón
arco del andar bahías formando arqueado caminar
gústalos

VI

Escucha caracola del oído
como gime la humedad
lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
poros que se alzan formando diminutas montañas
sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
suave puente nuca desciende al mar pecho
marea del corazón susúrrale
encuentra la gruta del agua

VII

Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
cruza las algas ármate de corales ulula gime
emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
desnuda miradas de asombro
despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
arquea las cejas abre ventanas de la nariz

VIII

Aspira, suspira
muérete un poco
dulce lentamente muérete
agoniza contra la pupila extiende el goce
dobla el mástil hincha las velas
navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
- el mar como un vasto cristal azogado -duérmete naúfrago

Gioconda Belli

30 abr 2006

Misa del árbol


"Querida Una estaba tendida en la mesa, era en el pasto pero parecía la mesa, como esperando el regalo, sin mayor apuro ni sorpresa.
El tironeaba de la enagua en flor advirtiendo con espanto que la enagua procedía de ella, estaba hecha de su misma leve carne, sujeta con pedúnculos vivos a todo el cuerpo.
Era una gran enagua sexual, todo de ovarios, todo de clítoris recios, como pimpollos de rosas rojas en hilera.
-Esta usted colmada...Hay muchos, varios -le decía él, triste sin saber porqué, y gozosamente.
Buscaba enceguecido entre todo el vuelo, como eligiendo.
Debería haber un punto único, el nervio central que atacar.
Lástima que ella no guiase en nada.
Era terrible aquel delantal."

Marosa Di Giorgio
fragmento de "Misa del árbol"
"Misales", 1993

4 abr 2006

Ligazon

Ella desnuda y yo desnudo
y no hay mucho más que me importe.
Las cosas caen al suelo
como habiendo estado siempre en ese sitio,
así caigo yo en ella.

Ella apunta sus rodillas
hacia dos constelaciones
y es entonces la pelviana letanía,
la ligazón oscura con la tierra.

Pedro Mairal
de "Tigre como los pájaros"



30 mar 2006

Somos


Que somos...
Vos, el sello de mil bocas en mi cuerpo.
Yo, la marca de mis uñas en tu espalda.

Y nosotros... ?
Nosotros no somos.
Somos fuego -después cenizas-.

Somos nada.

26 mar 2006

Por favor amo

por favor amo puedo tocar su mejilla
por favor amo puedo arrodillarme a sus pies
por favor amo puedo aflojar sus pantalones azules
por favor amo puedo mirar su vientre de vello dorado
por favor amo puedo bajar suavemente sus calzoncillos
por favor amo puedo tener sus muslos desnudos ante mis ojos
por favor amo puedo sacarme la ropa bajo su silla
por favor amo puedo besar sus tobillos y su alma
por favor amo puedo poner mis labios en su musculoso muslo sin vello
por favor amo puedo dejar mi oreja apretada sobre su estómago
por favor amo puedo envolver en mis brazos su culo blanco
por favor amo puedo lamer su entrepierna rizada de suave pelusa rubia
por favor amo puedo tocar con la lengua su orto rosado
por favor amo puedo pasar la cara por sus bolas,por favor amo,

por favor míreme a los ojos
por favor amo ordéneme bajar al suelo,
por favor amo dígame que lama su gruesa verga
por favor amo ponga sus manos recias sobre mi cráneo peludo calvo
por favor amo apriete mi boca contra su corazón-príapopor favor amo hunda mi rostro en su vientre, lléveme lentamente bien sujetohasta que su dureza muda me llene la garganta hasta el fondohasta que trague y saboree su delicado y tibio cañón punzante venoso-
Por favor amo aparte mis hombros y míreme fijo y hágame inclinar sobre la mesa
por favor amo agarre mis muslos y levante mi culo hasta su cintura
por favor amo la recia caricia de su mano en mi cuello su palma en mi trasero
por favor amo levánteme, mis pies sobre sillas, hasta que mi hoyo sienta el aliento
de su saliva y la caricia de su pulgar
por favor amo hágame decir
Por Favor Amo Cójame ahora
Por FavorAmo engráseme las bolas y la boca peluda con dulces vaselinas
por favor amo acaricie su pija con blancas cremas
por favor amo apoye la cabeza de su pito en mi arrugado hoyo esencial
por favor introdúzcalo suavemente, sus codos enlazados en mi pecho
sus brazos descendiendo hasta mi vientre, mi pene toque con su dedo
por favor amo métamela un poco, un poco, un poco,
por favor amo hunda su enorme cosa en mi trasero y por favor amo
hágame mover el culo para que se coma el tronco de la pija
hasta que mis nalgas acaricien sus muslos, mi espalda arqueada,
hasta que sólo esté mi erección, su espada clavada vibrante en mí
por favor amo salga y deslícese lentamente hasta el fondo
por favor amo láncela otra vez, y retírese hasta la punta
por favor por favor amo cójame otra vez con su ser, por favor cójame
Por FavorAmo empuje hasta que me duela la suavidad la Suavidad
por favor amo hágale el amor a mi culo, dé cuerpo al centro y cójame
para siempre como a una chica
con ternura agárreme por favor amo yo me llevo a Usted,
por favor amo meta en mi vientre la misma dulce cruz caliente
que manoseó en soledad Denver o Brooklyn
o clavó en alguna virgen en estacionamientos de París,
por favor amo condúzcame su vehículo, cuerpo de gotas de amor, de polvo sudoroso,
cuerpo de ternura, cójame a lo perro más rápido
por favor amo hágame gemir sobre la mesa
gemir Oh por favor amo cójame asía su ritmo vibre clave afuera-adentro-rebote y presione
hasta que yo afloje mi orto un perro sobre la mesa aullando con terror y deleite
que lo amen Por Favor amo dígame perro,
bestia anal, orto húmedo, y cójame más fuerte mis ojos ocultos con sus palmas
en torno de mi cráneo y zambúllase en latigazo de fuerza brutal por suave carne goteante
y vibre cinco segundos hasta disparar su calor de semen
una y otra vez, clavándola mientras grito su nombre
lo amo
por favor Amo.

Por favor amo
Allen Ginsberg

Mayo 1968

13 feb 2006

Erótica

Tu placer es lento y duro
viene de lejos
retumba en las entrañas
como las sordas
sacudidas de un volcán
dormido hace siglos bajo la tierra
y sonámbulo todavía

Como las lentas evoluciones de una esfera
en perpetuo e imperceptible movimiento
Ruge al despertar
despide espuma
arranca a los animales de sus cuevas
arrastra un lodo antiguo
y sacude las raíces

Tu placer
lentamente asciende
envuelto en el vaho del magma primigenio
y hay plumas de pájaros rotos en tu pelo
y muge la garganta de un terrón
extraído del fondo
como una piedra.

Tu placer, animal escaso.

Cristina Peri Rossi
"Erótica"