14 nov 2006

Intimidad


Le gusta subir, bajar una y otra vez, que la boca busque los
pezones y la mano investigue las texturas del escroto.
Le gusta (tanto) acariciarle las nalgas mientras está de rodillas
mamándosela.
Le gusta el amoroso uso que hacen de los lubricantes y las almohadas.
Le gusta la idea de follar en las ventanas.
Le gusta que la ensucie, que su esperma la empape como la tinta al papel.
Le gusta la agitación tierna y ansiosa del apareamiento.
Le gustan los instantes casi sáficos, los brutales, los dionisíacos.
Le gusta que el bombón se le derrita dentro del coño y él lo beba de sus muslos.
Le gustan sus horas animales.
Le gusta que la encule al amanecer.
Le gusta que la bese antes de penetrarla.
Le gusta que le mordisquee las vértebras.
Le gusta que se le mee encima en la ducha.
Le gusta notarse constantemente inflamada en los dominios de su placer.
Le gustan las opresiones placenteras, los besos que no dejan respirar.
Le gusta saber que folló con muchas mujeres.
Le gusta la idea de que pueda follar con otras mujeres.
Le gusta su cuerpo al trasluz.
Le gusta el tiempo que se toma para sorberle el coño como si exudara almíbar.
Le gusta hacer palabra, hacer amor, hacer sexo.
Le gusta que sea de salitre.
Le gusta que todo cuanto se adhiere a él huela a sexo.
Le gustan las oleadas. Las idas, las venidas, los regresos.
Le gustan los cien nombres con que la invoca.
Le gusta no estar de acuerdo con él en todo.
Le gusta sentirse adherida a él sin que pesen reglas sobre su vínculo.
Le gusta que la mutua pertenencia sea un acto de libre convencimiento.
Le gusta este sexo que es confluencia.
Le gusta el modo en que para que los cuerpos lleguen a tiempo, consiguen ausentar la mente.
Le gusta el modo en que él escucha su deseo, concediéndole la justa importancia, sin reprimirlo, ni darse del todo, sin escapar.
Le gusta hacer. Dejarse hacer. Que se deje hacer. Que le ordene hacer. No hacer.
Le gusta cómo se afloja la hebilla del cinturón.
Le gustan esas llamadas calientes.
Le gusta su risa. La pone cachonda su ambición creativa.
Le gusta tocarse y escabullirse un instante de su abrazo. Tentarle. Le gusta verle masturbarse y masturbarse para él.
Le gusta hablar sucio, hacer cosas sucias, pensar cosas sucias, pringarse.
Le gustan cosas que él ni imagina.


Quiere montarle apartando la tela húmeda de un bañador lleno de arena. Metérsela entera, sin más, mordiéndole el labio y que la arena la pula por dentro.
Quiere follar con él bajo el agua.
Quiere ser su admiradora secreta.
Quiere besos rudos, empujones, quiere polvos perentorios en lugares poco comunes.
Quiere su cuerpo desnudo sobre la hojarasca de un bosque y el suyo aplastándola contra la tierra, emborracharse del olor a humus, follar alguna vez bajo la lluvia.
Quiere abrirse tanto que su puño le quepa.
Quiere ser una increíble flor suculenta y empaparle la cara de jugos.
Quiere su frenillo en la base de la lengua.
Quiere besarle y lamerle el tendón de Aquiles.
Quiere chupar un plátano a un centímetro de su cara hasta que la coja de los pelos y la guíe hasta sus ingles.
Quiere tardar en hervir.
Quiere salir a buscar una chica juntos para compartirla.
Quiere que a veces el sexo sea un largo abrazo inmóvil.
Quiere que la inicie en algo y ser su iniciadora.
Quiere que la tome por sorpresa y follar vestidos.
Quiere vestirse para desnudarse.
Quiere que apretarse las tetas, elevarlas, que él coma una bomba de merengue de su canalillo. Quiere que la ate y la amordace y le vende los ojos.
Quiere follar en una biblioteca.
Quiere más largo, más lento, más intenso.
Quiere conciencia de tacto, de respiración, de movimiento.
Quiere marcas en su órgano más extenso.
Quiere ser follada por atrás delante de un espejo. Ver su rostro. Que él vea el suyo. Ver las manos en sus tetas, no sólo sentirlas.
Quiere una instantánea de ese momento.
Quiere hacerse fotos y grabar un polvo salvaje, saber que está ahí, pero no verlo.
Quiere tocar y ser tocada en todas partes.
Quiere llegar y que llegue a todas partes.
Quiere rendirse y que cada vez sea un huésped distinto.
Quiere follar con la mirada en los bares.
Quiere tenderse en la cama vestida y pedirle que la desnude sin una palabra.
Quiere juegos de ritmo, de espejos, de concordancia, de sintonía, de aliento.
Quiere desromantizar completamente lo erótico.
Quiere gemir, chillar, jadear, despertar a los muertos.
Quiere oírle gemir, quiere estertores de placer en su garganta, como los de un ahogado.
Quiere abrir los labios muy despacio y que la mente esté lo más lejos posible.


Intimidad (1)
el florido byte