19 oct 2006

Kinski


Como está de espaldas, no le veo la cara. Está parada delante de una boutique de Montparnasse, mirando el escaparate. Solo veo su culo respingón, que me hipnotiza desde la vereda de enfrente. Esos culos solo lo tienen las negras, pienso con un cosquilleo en los cojones. La primera que saboreé fué una estudiante norteamericana, en París, antes de conocer a Jasmín. Sus untuosas secreciones, cuya lava blanca se vertió sobre mi cara y en mi lengua, tenían un sabor intenso y exótico, como de miel silvestre. Despedía un olor tan sensual, a mujer-animal que no supe por qué acabé mareándome: si por su olor o por los muchos orgasmos.
Me chifla el olor de las negras. Cruzo la calle y me coloco tan cerca de ella que mi polla tiesa casi roza sus nalgas. Su ansiosa cara de animal se refleja en el vidrio del escaparate. Se gira hacia mí: cara a cara con esa negra folladora pura sangre, balbuceo una retahila de chorradas tan indescriptible que ella se limita a sonreir y a ponerme en los labios dos dedos de su mano algo húmeda, como queriendo decir: "reserva tu aliento para el polvo".

Klaus Kinski
"Yo necesito amor" Memorias
Editorial Tusquets