"Se incorporó a medias de la cama diciéndole que le dolían los pechos, frágil excusa.
El la miró. Se acercó a ella sin dejar de mirarla. Recorrió con el dedo índice -suavemente- el trayecto del ombligo hasta donde comenzaba el corpiño. Ella lo observaba y él no sacaba sus ojos de los de ella. Era un duelo silencioso donde no había palabras. Todo sentidos. Metió uno a uno sus dedos entre la piel y el corpiño y émpezó a acariciarla. Sus dedos apresaron el pezón que instantaneamente cobró vida como si hubiera estado esperando ese contacto para despertarse. Como un acto reflejo ella hundió su pecho, y acusó recibo del avance. El seguía mirándola con un gesto inexcrutable, con los dedos recorriendo ese pecho de memoria, pero su respiración se hizo mas intensa, y la mano le temblaba al intentar mantener la cadencia de su caricia. Ella gimió pero se mordió el labio. No resignó su sitio, y le sostuvo la mirada. El dejo de mover sus dedos y respiró como si hubiera estado conteniendo el aire desde siempre, buscando sin preguntar una respuesta. Ella sonrió a medias -como ella sabía sonreir- tomo su mano, la apartó de su pecho y la llevo hacia su boca. Chupó ese dedo índice lentamente sin dejar de mirarlo. Después lo guío hasta el mismo pecho y con su propia mano y el dedo de él a modo de lápiz, empezó a dibujar círculos alrededor de su pezón, que entonces si, quedó húmedo y erecto como trofeo de aquella guerra silenciosa que ella -intencionadamente- acababa de perder."