Ella esperó pacientemente a que termine de mentirle de esa forma prolija y cronológicamente estudiada sin la menor afectación en su rostro. El siguió hablando y gesticulando, tratando de descifrar el efecto de sus palabras, pero con poca suerte.
Quedó el silencio oxidándose en el aire, y él se sintió descubierto, pero no vencido.
El sabía que ella sabía, y viceversa. Ni siquiera estaba seguro de que hubiera escuchado su monólogo ininterrumpido a modo de ofrenda, de ritual para la expiación de los pecados que cometía sistemáticamente sin remordimiento ni culpa.
La miró como interrogando, como buscando una señal.
Ella midió la distancia que los separaba, se quedó un rato dibujando con sus ojos la forma de su boca y recorrió con su mirada el curso de sus brazos hasta las manos, que sabía hábiles dentro de ella. No estaba tan equivocado, ella casi no lo había escuchado, conocía de sobra la "puesta en escena", además era tan previsible...
El carraspeó, e intentó seguir su argumentación pero ella lo detuvo con un gesto. Se inclinó sobre la mesa apoyando los codos y dejando a la vista el nacimiento de sus senos que oblicuamente se ofrecieron. Acercó los labios a su oído y le dijo lacónicamente, como un susurro:
-Cogéme.-