
Esas pequeñas muertes producían en él espasmos de placer. Le pedía a media voz -como un ruego, casi- que no deje de hacerlo... Ella se inclinó sobre su pecho, y se quedó alli inclinada, sin dejar de moverse. El le corrió el pelo que le caía sobre el rostro , la incorporó, tomó esas caderas con las dos manos y dejó de moverse.
-Dejáme que te vea-le dijo.
-Qué....? -ella no alcanzaba a entender.
-Sos hermosa... -le dijo con su mirada penetrante, desnudándola de ese modo, otra vez. La tomó con sus manos a modo de timón y empezó a marcar su propio ritmo, hasta hacerlo casi frenéticamente. Ella se dejaba conducir adonde él la llevaba, tiró su cuerpo hacia atras, y sintió todo el calor que iba escalando centímetro a centímetro su cuerpo hasta estallar con un gemido casi inaudible. Entonces la atrajo hacia sí, tomo sus pechos y le dijo: dámelos.
Ella se inclino hasta que la boca de él, pudo alcanzar sus pezones, dolorosamente duros de placer. Aún no se había amansado su respiración, cuando volvió a estremecerse. No podía dejar de temblar mientras él chupaba sus pechos con desesperación. "