29 nov 2005

El vasco y Bijou

"-¿Qué vas a hacer?- dijo ella. -No tengo vellos en mis piernas-.
-Sé que no los tienes. Muéstralas-. Ella las extendió. Eran tan lisas que verdaderamente parecían pulidas. Brillaban como alguna madera pálida preciosa, sumamente bruñida, sin vellos, ninguna vena, ninguna brusquedad, ninguna cicatriz, ningun defecto. Los tres hombres se inclinaron hacia sus piernas. Cuando ella las sacudió, el vasco las cogió contra su pantalón. Entonces él levantó su falda mientras ella luchó para bajarla nuevamente.Él pidió a los tres hombres que la sostengan. Al principio Bijou se retorció pero luego se dió cuenta que era menos peligroso quedarse inmóvil, ya que él afeitaba con cuidado su vello púbico, comenzando en los bordes, donde este se pone escaso y brillante sobre su vientre de terciopelo. El vientre bajaba allí en una suave curva. El vasco enjabonó; luego sacó con cuidado el pelo y el jabón con una toalla. Con sus piernas fuertemente apretadas los hombres no podían ver nada salvo el pelo, pero el vasco habiendo alcanzado con el afeitado el centro del triángulo, logró dejar expuesto un suave promontorio. La sensación del frío filo de la navaja agitó a Bijou. Ella estaba media enfadada, con un confuso sentimiento. Tenía la intención de no exponer su sexo, pero el afeitado revelaba la zona donde la suavidad bajaba en una fina y curvada línea. Esto mostró el brote de la apertura, la carne suave doblada que incluía el clítoris, la inclinación donde los labios se hacían más coloreados. Quiso alejarse pero tuvo miedo del ímpetu del filo. Los tres hombres inclinados la sostenían y miraban. Ellos pensaron que el vasco se detendría allí. Pero él le ordenó separar sus piernas. Ella sacudió sus pies contra él, y esto sólo logró excitarlo más. Él dijo otra vez, -Separa tus piernas. Allí hay más pelo-. La obligaron a abrirlas, y él con cuidado comenzó a afeitar otra vez el escaso pelo delicadamente rizado, sobre cada lado de la vulva.Y esta vez todo había quedado expuesto -una larga boca verticalmente colocada, una segunda boca no abierta como la boca de la cara, pero la cual se abriría sólo si ella decidiera empujar un poco. Pero Bijou no empujaría, y ellos sólo podrían ver dos labios cerrados, cercando el camino.El vasco dijo -Ahora ella se ve como las pinturas de aquella mujer, verdad?-Pero en las pinturas la vulva estaba abierta, los labios separados, mostrando la capa pálida interior como el interior de los labios de la boca. Esto Bijou no lo mostraría. Una vez afeitada, ella había cerrado sus piernas otra vez.El vasco dijo, -Te haré abrir allí.-Quitó el jabón del cepillo. Luego cepilló los labios de la vulva, arriba y abajo, con cuidado. Al principio, Bijou se contrajo completamente. Las cabezas de los hombres yacían más cercanas. El vasco, sosteniendo sus piernas contra su erección, meticulosamente cepilló la vulva y la punta del clítoris. Los hombres vieron que Bijou no podía mantener contraídos sus nalgas y sexo, y a medida que el cepillo se movía sus nalgas rodaron un poco hacia adelante e imperceptiblemente los labios se separaron. La desnudez expuso cada matiz de su movimiento. Ahora los labios se separaron más y expusieron una segunda aureola, de una sombra pálida y Bijou empujaba como si fuera a abrirse. Su vientre se movía acompasadamente, aumentando y cayendo. El vasco se inclinó más firmemente contra sus piernas retorcidas.-Deténte- pidió Bijou, -Détente-. Los hombres podrían ver el rezumamiento de humedad de ella. El vasco se paró, no queriendoles dar más placer, reservandoselo más tarde para sí mismo..."

"El vasco y Bijou"
de Delta de Venus - Anaïs Nin