8 feb 2009


-Tengo celos de lo que me imagino que está haciendo, porque cada uno de esos movimientos los he hecho yo antes que ella, y tengo miedo de la parte mía que está en ella, como cuando nos miramos en el espejo y lo vea a Juan desnudo con una mujer desnuda apretada contra él, y no me importa que esa mujer sea yo misma, porque soy y no soy al mismo tiempo, como Ana, que en este momento no es Ana, porque él está pensando en mí mientras la besa, porque él sabe que yo estoy acá respirando agitada como un animal en celo junto a la puerta.Las piernas de Catalina se apretaron inmovilizando su mano mojada entre los muslos, las ondas surgieron del fondo de algún lado y crecieron en olas sucesivas hacia las paredes inexistentes, que encerraban aquella nada desbordada de sí misma. -No quiero terminar -llegó a decir, mientras los párpados se cerraban sobre los ojos y la boca se abría a la espera del sollozo que la última ola depositó en la costa de su angustia.El llanto explotó en su cara, superó las cejas y plegó la frente hasta los mismos límites del pelo, se demoró en los pómulos y se hundió en las palmas abiertas de sus manos.

No desearás la mujer de tu prójimo
Dalmiro Sáenz