23 feb 2009

Memorias de Josephine Mutzenbacher

(...)
- ¿Lo tienes dentro ? - preguntó ella.-
Por completo - susurré.La mujer metió la mano entre nuestros vientres, y primero me palpó a mí y después a Alois. Tuve que toser,porque su pecho me oprimía el rostro. Ella se irguió, preguntándome :
- ¿Te gusta ?No respondí, pero cerré los ojos.
- Ya veo - insistió de nuevo -, Alois fornica bien, ¿no te parece ?
- Sí - respondí, al mismo tiempo que empezaba a subir y bajar mis caderas.
- ¿ Recibiste alguna vez algo más agradable que esto ? - quiso saber la niñera.
- ¡No! - dije, pues jamás había experimentado tal deleite.
- ¿Con quién fornicaste las veces anteriores ? - inquirió.
- Con Ferld - repliqué, ya que hacía tiempo que no vivía en la misma casa.
Pero ella quería saber el resto.
- ¿Y con quién más ? - pregunto con voz firme y autoritaria.
Tuve que responderle
- Con Robert.- Continúa
.- Con mi hermano.
Casi al borde de la locura por el placer y la excitación, los nombres me brotaban, y en mi estado de frenesí no reparé en ningún momento en cuáles podrían ser las consecuencias. Por fortuna dejó de hacerme preguntas, pero me dio la impresión de que se le había ocurrido una idea.Me desabotonó el corpiño y lo bajó, descubriendo mis diminutos senos. . Se humedeció los dedos y empezó a jugar con mis pezones, que estaban perfectamente planos. A medida que los acariciaba más y más rápido, como si los lamiera una lengua, se fueron endureciendo e hinchando. Y dado que Alois seguía haciendo un movimiento giratorio en mi interior, como si pretendiera hacerme más grande la rendija, el cosquilleo resulto ser tan intenso que casi me volví loca. Gemí sordamente y murmuré:
- ¡Estoy a punto... estoy a punto !
Respondiendo a cada movimiento, Alois se afanó cada vez con mayor rapidez. Una sensación de calor invadió todo mi cuerpo y me estremecí. Sentía que no podría resistir más tiempo.Alois susurró:
- ¡Y ahora el final... con placer!
A medida que sacaba lentamente el miembro, junté mis piernas con fuerza, temerosa de perderme de la gran sensación que me produciría el final, pero volvió a introducirme el instrumente. Clementina seguía entretanto acariciándome los pechos. Me embargo de la cabeza a los pies la maravillosa sensación que me puso tensa, y alcancé mi meta tres veces seguidas.Emití una breve exclamación, Y Clementina me tapó la boca con la mano. Al eyacular Alois sentí que un cálido torrente se derramaba en mi hendidura, y me vine de nuevo, con lo que fueron cuatro veces. Jamás había logrado esto.

Felix Salten