30 sept 2005

Ella esperó pacientemente a que termine de mentirle de esa forma prolija y cronológicamente estudiada sin la menor afectación en su rostro. El siguió hablando y gesticulando, tratando de descifrar el efecto de sus palabras, pero con poca suerte.
Quedó el silencio oxidándose en el aire, y él se sintió descubierto, pero no vencido.
El sabía que ella sabía, y viceversa. Ni siquiera estaba seguro de que hubiera escuchado su monólogo ininterrumpido a modo de ofrenda, de ritual para la expiación de los pecados que cometía sistemáticamente sin remordimiento ni culpa.
La miró como interrogando, como buscando una señal.
Ella midió la distancia que los separaba, se quedó un rato dibujando con sus ojos la forma de su boca y recorrió con su mirada el curso de sus brazos hasta las manos, que sabía hábiles dentro de ella. No estaba tan equivocado, ella casi no lo había escuchado, conocía de sobra la "puesta en escena", además era tan previsible...
El carraspeó, e intentó seguir su argumentación pero ella lo detuvo con un gesto. Se inclinó sobre la mesa apoyando los codos y dejando a la vista el nacimiento de sus senos que oblicuamente se ofrecieron. Acercó los labios a su oído y le dijo lacónicamente, como un susurro:
-Cogéme.-

28 sept 2005

El libro de Manuel (fragmento)

...rechacé la sabana y la obligué a tenderse poco a poco de lado, besándole los senos, buscándole la boca que murmuraba palabras sueltas y quejidos de entresueño, la lengua hasta lo mas hondo mezclando salivas en las que el coñac había dejado un lejano sabor, un perfume que también venia de su pelo en el que se perdían mis manos, tirándole hacia atrás la cabeza pelirroja, haciéndole sentir mi fuerza, y cuando se quedo quieta, como resignada, resbalé contra ella y una vez mas la tendí boca abajo, acaricié su espalda blanquísima, las nalgas pequeñas y apretadas, las corvas juntas, los tobillos con su rugosidad de tanto zapato, viajé por sus hombros y sus axilas en una lenta exploración de la lengua y los labios mientras mis dedos le envolvían los senos, los moldeaban y despertaban, la oi murmurar un quejido en el que no había dolor pero una vez mas vergüenza y miedo porque ya debía sospechar lo que iba a hacerle, mi boca bajaba por su espalda, se abría paso entre la doble piel suavísima y secreta, mi lengua se adelantaba hacia la profundidad que se retraía y apretaba hurtándose a mi deseo. Oh no, no, así no, le oí repetir, no quiero así, por favor, por favor, sintiendo mi pierna que le ceñía los muslos, liberando las manos para apartarle las nalgas y ver de lleno el trigo oscuro, el diminuto botón dorado que se apretaba, venciendo la fuerza de los músculos que resistían. Su neceser estaba al borde de la mesa de noche, busqué a tientas el tubo de crema facial y ella oyó y volvió a negarse, tratando de zafar las piernas, se arqueo infantilmente cuando sintió el tubo en las nalgas, se contrajo mientras repetía no, no, así no, por favor- así no, infantilmente así no, no quiero que me hagas eso, me va a doler, no quiero, no quiero, mientras yo volvía a abrirle las nalgas con las manos libres y me enderezaba sobre ella, sentí a la vez su quejido y el calor de su piel en mi sexo, la resistencia resbalosa y precaria de ese culito en el que nadie me impediría entrar, aparté las piernas para sujetarla mejor, apoyándole las manos en la espalda, doblándome lentamente sobre ella que se quejaba y se retorcía sin poder zafarse de mi peso, y su propio movimiento convulsivo me impulsó hacia adentro para vencer. la primera resistencia, franquear el borde del guante sedoso e hirviente en el que cada avance era una nueva suplica, porque ahora las apariencias cedían a un dolor real y fugitivo que no merecía lástima, y su contracción multiplicaba una voluntad de no ceder, de no abjurar, de responder a cada sacudida cómplice (porque eso creo que ella lo sabia) con un nuevo avance hasta sentir que llegaba al término como también su dolor y su vergüenza alcanzaban su término y algo nuevo nacía en su llanto, el descubrimiento de que no era insoportable, que no la estaba violando aunque se negara y suplicara, que mi placer tenia un limite ahí donde empezaba el suyo y precisamente por eso la obstinación en negármelo, en rabiosamente arrancarse de mi y desmentir lo que estaba sintiendo, la culpa, mama, tanta hostia, tanta ortodoxia. Caído sobre ella, pesando con todo mi peso para que me sintiera hasta lo más hondo, le anudé otra vez las manos en los senos, le mordí el pelo en la base del cuello para obligarla a estarse inmóvil aunque su espalda y su grupa temblaban acariciándome contra su voluntad y se removían bajo un dolor quemante que se volvía reiteración del quejido ya empapado de admisión, y al final cuando empecé a retirarme y a volver a entrar, apartándome apenas para sumirme otra vez, poseyéndola mas y mas mientras la oía decir que la lastimaba, que la violaba, que la estaba destrozando, que no podía, que me saliera, que por favor se la sacara, que por favor un poco, un momento solamente, que le hacia tanto mal, que por favor, que le ardía, que era horrible, que no podía mas, que la estaba lastimando, por favor querido, por favor ahora, ahora, hasta que me acostumbre, querido, por favor un poco, sacamela por favor, te pido, me duele tanto, y su quejido diferente cuando me sintió vaciarme en ella, un nacimiento incontenible de placer, un estremecerse en el que toda ella, vagina y boca y piernas duplicaban el espasmo con que la traspasé y la empalé hasta el limite, sus nalgas apretadas contra mis ingles, tan unido a ella que toda su piel era mi piel, un mismo desplomarse en la llamarada verde de ojos cerrados y confundido pelo y piernas enredadas y el venir de la sombra resbalando como resbalaban nuestros cuerpos en un confuso ovillo de caricias y de quejas, toda palabra abolida en el murmullo de ese desligamiento que nos liberaba y devolvía al individuo, a comprender otra vez que esa mano era su mano, y que mi boca buscaba la suya para llamarla a la conciliación, a una salada zona de encuentro balbuceante, de compartido sueño."

El libro de Manuel
Julio Cortázar

15 sept 2005

Putas asesinas

-Tus palabras, lo reconozco, han sido amables. Temo, sin embargo, que no has pensado suficientemente bien lo que decías. Y menos aún lo que yo decía. Escucha siempre con atención, Max, las palabras que dicen las mujeres mientras son folladas. Si no hablan, bien, entonces no tienes nada que escuchar y probablemente no tendrás nada que pensar, pero si hablan, aunque sólo sea un murmullo, escucha sus palabras y piensa en ellas, piensa en su significado, piensa en lo que dicen y en lo que no dicen, intenta comprender qué es lo que en realidad quieren decir. Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir. En el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida. Para tus amigos, Max, en ese estadio que ahora se comprime en tu memoria como el símbolo de la pesadilla, yo sólo fui una buscona extraña, un estadio dentro del estadio, al que algunos llegan después de bailar una conga con la camiseta enrollada en la cintura o en el cuello. Para ti yo fui una princesa en la Gran Avenida fragmentada ahora por el viento y el miedo (de tal modo que la avenida en tu cabeza ahora es el túnel del tiempo), el trofeo particular después de una noche mágica colectiva. Para la policía seré una página en blanco. Nadie comprenderá jamás mis palabras de amor. Tú, Max, ¿recuerdas algo de lo que te dije mientras me la metías?
-(El tipo mueve la cabeza, la señal es claramente afirmativa, sus ojos húmedos dicen que sí, sus hombros tensos, su vientre, sus piernas que no dejan de moverse mientras ella no lo mira, tratando de desatarse, su yugular que palpita).


Roberto Bolaño
"Putas asesinas"
Anagrama, Barcelona, 2001

13 sept 2005

"Se incorporó a medias de la cama diciéndole que le dolían los pechos, frágil excusa.
El la miró. Se acercó a ella sin dejar de mirarla. Recorrió con el dedo índice -suavemente- el trayecto del ombligo hasta donde comenzaba el corpiño. Ella lo observaba y él no sacaba sus ojos de los de ella. Era un duelo silencioso donde no había palabras. Todo sentidos. Metió uno a uno sus dedos entre la piel y el corpiño y émpezó a acariciarla. Sus dedos apresaron el pezón que instantaneamente cobró vida como si hubiera estado esperando ese contacto para despertarse. Como un acto reflejo ella hundió su pecho, y acusó recibo del avance. El seguía mirándola con un gesto inexcrutable, con los dedos recorriendo ese pecho de memoria, pero su respiración se hizo mas intensa, y la mano le temblaba al intentar mantener la cadencia de su caricia. Ella gimió pero se mordió el labio. No resignó su sitio, y le sostuvo la mirada. El dejo de mover sus dedos y respiró como si hubiera estado conteniendo el aire desde siempre, buscando sin preguntar una respuesta. Ella sonrió a medias -como ella sabía sonreir- tomo su mano, la apartó de su pecho y la llevo hacia su boca. Chupó ese dedo índice lentamente sin dejar de mirarlo. Después lo guío hasta el mismo pecho y con su propia mano y el dedo de él a modo de lápiz, empezó a dibujar círculos alrededor de su pezón, que entonces si, quedó húmedo y erecto como trofeo de aquella guerra silenciosa que ella -intencionadamente- acababa de perder."

12 sept 2005

Sentimental Journey

Se sentía excitada, pero con miedo. Siempre, las mujeres pensamos que nosotras somos las únicas que tenemos miedo, se dijo. Los hombres son la seguridad, el sexo fuerte; nosotras somos lo incierto, el sexo débil. ¿Será verdad? Respóndeme papacito, háblame, y ay, qué tipo más sabroso. ¿Me dirá algo? ¿Le voy a responder? Tiene linda boca. y entreabrió los ojos, justo cuando empezaba a imaginar la pinga del fulano. Era alto, grande, fuerte. Bien podía ser un mequetrefe, pero no lo parecía. Había algo en él que la atemorizaba. ¿Cómo sería -se preguntaba con insistencia- puesto a trabajar en una cama? ¿ y su pinga? Muchas veces los hombres son completamente decepcionantes: cuando no se disculpan por que la tienen chica, hacen advertencias por si acaso no se les para; o bien la tienen como de madera pero no la saben usar. O si no, son faltos de imaginación, tanto como la mayoría de las mujeres. Eso, se dijo, eso es lo grave: la falta de imaginación que todos tenemos. Se pasó la lengua por la boca. ¿ Por qué lo provocaba? ¿Por qué se excitaba al coquetearlo, si también ella sentía miedo? Si cada vez que un hombre la abordaba sentía esa cosa hermosa, gratificante, de comprobar su poder, pero a la vez temía, no sabía bien qué, pero temía como una niñita perdida de sus papás. ¡Ah, si el tipo la mirara en ese preciso instante, en que con los ojos cerrados se pasaba la lengua por los labios, já, se volvería loco! Seguramente, estaba pensando en cómo iniciar la charla, y ¿qué le diría ? Ellos siempre creen que son originales, pero siempre dicen lo mismo. Todos, lo mismo. y una, siguiéndoles la corriente sólo si el chico nos interesa, pero también diciendo lo mismo. Los hombres -amplió la sonrisa, escondió la lengua- son como animalitos: torpes, previsibles, encantadores. Pero también terríficos, peligrosos cuando adquieren fuerza o cuando se ponen tontos. Que es lo que casi siempre les ocurre.Entonces pensó en mirarlo a los ojos. No le diría nada, no necesitaba hablar. Sencillamente le regalaría una mirada, una media sonrisa y bajaría los ojos. Eso sería suficiente para que él supiera que podía empezar su jueguito. Y vaya que se lo seguiría. Pero decidió pestañear primero, por si él la miraba en ese instante; sería como un aviso, ya la vez una incitación. Si mantenía su mirada al ser mirado y luego le hablaba, cielos, ese tipo valía la pena.

Mempo Giardinelli
"Sentimental Journey", en "10 relatos eróticos"
Plaza & Janés, Barcelona, 1996.
“Lo oía, pero no lo escuchaba. Lo miraba –mucho-. El dejó de hablar, me tomó por los hombros y me incorporó hasta quedar su cara frente a la mía. Empezó a besarme y apoyo mi espalda contra la pared. Se pegó contra mí sin dejar de besarme, casi con desesperación. Yo me dejaba hacer, los brazos al costado de mi cuerpo inmóvil, sintiendo su boca dentro de la mía. Sus manos bajando por mis hombros recorriendo mis brazos, y tomando las mías entre sus dedos. Me seguía besando, haciéndome sentir su cuerpo sobre el mío. Se separó un poco para mirarme y preguntarme que me pasaba. Creo que le dije que me sentía rara…. Me tomó la cara con las dos manos y volvió a besarme, intensamente. Entonces yo pasé mis manos por encima de sus hombros y lo atraje hacia mi, ahora si, respondiendo a cada movimiento suyo.
Lo aparté.
-Por que volviste…? - le pregunté.
El me miró - …sonreía ? -

-Nunca me fui -respondió.
Sus labios por mi cuello, bajando y subiendo, demorándose en el nacimiento de mis pechos, sus manos por debajo de la remera acariciándome, y mis pezones –duros- respondiendo a su tacto. Anudados sin dejar de besarnos, me llevaba por el pasillo que conduce a mi dormitorio. En la mitad del trayecto, me empuja contra el costado y me da vuelta. Me veo en el espejo que está al final. Retengo esa imagen: mis brazos como queriendo apuntalar la pared, él detrás mío rodeándome. Sus manos por debajo de mi pollera moviéndose seguras, sus manos en mis pechos. Me hace sentir su sexo, mientras me besa la espalda, el cuello… sin pausa. Seguimos por el pasillo sin dejar de besarnos, me lleva hacia la cama y aparta el libro que había quedado allí junto con los lentes. Me tira sobre ella, todavía vestida.Aparta la pollera, desprende los broches del body, que llevaba a modo de ropa interior, y mira mi vagina que queda expuesta. Expuesta toda yo, recostada con las piernas abiertas, desnudo mi sexo, la luz encendida…Lo miro mientras me mira y siento el mismo deseo. Se desabrocha el pantalón sin prisa, no deja de mirarme y al mismo tiempo que apoya su boca sobre la mía, me penetra violentamente…y gimo, lo siento dentro mío con fuerza, pero esta vez mi boca enmudece dentro de la suya, atrapada.”

10 sept 2005

Seda

" Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo,quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin. "

Alessandro Baricco (Italia, 1958)
Seda (fragmento)

Escribirte

Escribirte, escribirte, dibujarte. Llenarte el pelo de todas las palabras detenidas, colgadas en el aire, en el tiempo, en aquella rama llena de flores amarillas de cortes cuya belleza me pone los pelos de punta cuando vengo bajando sola, por la carretera, pensando. Definir el misterio, el momento preciso del descubrimiento, el amor, esta sensación de aire comprimido dentro del cuerpo curvo, la explosiva felicidad que me saca las lágrimas y me colorea los ojos, la piel, los dientes, mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo, poema, entre tus manos que me acarician y me van deshojando, sacándome las palabras, volteándome de adentro para afuera, chorreando mi pasado, mi infancia de recuerdos felices, de sueños, de mar reventando contra los años, cada vez más hermoso y más grande, más grande y más hermoso.
Como puedo agarrar la ilusión, empuñarla en la mano y soltártela en la cara como una paloma feliz que saliera a descubrir la tierra después del diluvio; descubrirte hasta en los reflejos más ignorados, irte absorbiendo lentamente, como un secante, perdiéndome, perdiéndonos los dos, en la mañana en la que hicimos el amor con todo el sueño, el olor, el sudor de la noche salada en nuestro cuerpos, untándonos el amor, chorreándolo en el piso en grandes olas inmensas, buceando en el amor, duchándonos con el amor que nos sobra.


Gioconda Belli
"Estaba sobre él, a horcajadas , moviéndose despacio. Sus caderas dibujaban circulos imaginarios, cambiando el ritmo...mas fuerte...mas suave... y fuerte otra vez. Contraía los músculos de su vagina, tal como si ahorcara ese sexo que se mantenía duro dentro de ella.
Esas pequeñas muertes producían en él espasmos de placer. Le pedía a media voz -como un ruego, casi- que no deje de hacerlo... Ella se inclinó sobre su pecho, y se quedó alli inclinada, sin dejar de moverse. El le corrió el pelo que le caía sobre el rostro , la incorporó, tomó esas caderas con las dos manos y dejó de moverse.
-Dejáme que te vea-le dijo.

-Qué....? -ella no alcanzaba a entender.
-Sos hermosa... -le dijo con su mirada penetrante, desnudándola de ese modo, otra vez. La tomó con sus manos a modo de timón y empezó a marcar su propio ritmo, hasta hacerlo casi frenéticamente. Ella se dejaba conducir adonde él la llevaba, tiró su cuerpo hacia atras, y sintió todo el calor que iba escalando centímetro a centímetro su cuerpo hasta estallar con un gemido casi inaudible. Entonces la atrajo hacia sí, tomo sus pechos y le dijo: dámelos.
Ella se inclino hasta que la boca de él, pudo alcanzar sus pezones, dolorosamente duros de placer. Aún no se había amansado su respiración, cuando volvió a estremecerse. No podía dejar de temblar mientras él chupaba sus pechos con desesperación.
"

9 sept 2005

Mujeres desnudas que saben exactamente lo que quieren


"Maribel se acercó a él con pasos lentos, silenciosos, los memoria alguna de la un momento, se sentó en el borde de la cama, y le miró de frente. Juan se volvió ligeramente hacia allí y empezó a desabrocharle la bata despacio, con las dos manos. En el primer botón, ella cerró los ojos. En el tercero, volvió a abrirlos. Cuando cayó el último, se desprendió de la tela con un movimiento de los hombros y terminó de desnudarse ella misma, con una habilidad, una rapidez sorprendentes. Quizás para compensarlas, se tumbó sobre la cama con una lentitud majestuosa y controlada, la complacida, indolente pasividad de una odalisca clásica, y mantuvo sus ojos fijos en los de Juan sin iniciar ningún movimiento, como si estuviera segura de que él sabría apreciar lo que estaba viendo. Ni siquiera se movió cuando una mano abierta empezó a deslizarse sobre su cuerpo, desde la clavícula hacia abajo primero, desde las rodillas hacia arriba después, perdiendo serenidad en cada milímetro de su piel de manzana recién lavada. Él reconocía su firmeza, la tensa elasticidad de aquella carne dura que sabía ablandarse bajo la presión de sus pulgares, y que extraía de su propia abundancia la ventaja de un cierto temblor aterciopelado, oceánico, en la base de los pechos, en las caderas redondas, en la mullida funda que, a la altura de sus riñones, desencadenaba la furia compacta y circular de un culo estupendo, más que estupendo, tan insoportablemente perfecto que lo sintió en el filo de los dientes mientras lo recorría con las yemas de los dedos. Aquella mujer estaba llena de asas, y él no había decidido aún a qué par renunciar cuando metió la lengua en su boca para encontrar un sabor áspero y caliente, el sabor del aguardiente donde maceran las guindas, que es el sabor de las mujeres desnudas que saben exactamente lo que quieren”


Almudena Grandes,
"Los aires difíciles"
Tusquets, Barcelona, 2002.

Toco tu boca

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si
por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano dibuja.Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. "

Julio Cortázar
Cap. 7 de "Rayuela"

"...Me sentía exhausta, las piernas aún me temblaban y me recosté casi en forma fetal, abrazada a las almohadas con los ojos cerrados.
Terminó de ducharse y caminó hacia la cama secándose con el toallón, lo tiró a un costado y así desnudo se pegó contra mí. Corrió el pelo que estaba sobre mi cuello y allí empezó a besarme despacio. Sus brazos me rodeaban, sus manos empezaron a buscar mis senos y sus dedos dibujaban mis pezones casi sin tocarlos… Sentía su respiración en la nuca y su sexo en mi costado empezó a latir con fuerza. Sus manos fueron bajando por los brazos, por mi espalda, acariciaron mi trasero y se metieron entre mis piernas separándolas. Sus dedos en mi vagina empezaron a moverse y yo sentía toda esa humedad que ardía, latiendo. Empecé a gemir y a respirar con dificultad mientras él no dejaba de jugar con mi clítoris. Me incorporó tomándome por las caderas y me penetró por detrás mientras cubría con su pecho mi espalda y tomaba mis senos entre sus manos violentamente. Mi cuerpo tenso sintiendo el embate de su sexo dentro mío, un cosquilleo de placer intenso, gimiendo y acelerando el ritmo hasta que no pudimos mas y caímos en cruz sobre las sábanas, con la respiración entrecortada. El encima mío y su cabeza pequeña perdida en mi pelo. Apoyó su cara sobre la mía y con sus brazos cubrió los míos, como queriendo abarcarme entera… Solo se movió para alcanzar la punta de las sábana con los dedos, y nos quedamos así un largo rato, simétricos, apenas cubiertos nuestro cuerpo, que en ese momento era de los dos…”

Hay que estar siempre ebrio...

Hay que estar siempre ebrio. Todo consiste en eso; es la única cuestión. Para no sentir el peso horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de un foso, en la triste soledad de vuestro cuarto, os despertáis, disminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que gira, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, las olas, las estrellas, los pájaros, el reloj, os contestarán: ‘¡Es la hora de embriagarse!‘ Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud, como queráis.”

Charles Baudelaire

Solamente las noches


Escribiendo,
he pedido, he perdido

en esta noche,en este mundo
abrazada a vos,
alegría de mi naufragio.

he querido sacrificar mis dias y mis semanas
en las ceremonias del poema

he implorado tanto
desde el fondo de los fondos
de mi escritura

Coger y morir no tienen adjetivos.



“Solamente las noches”
Alejandra Pizarnik
1972


Será...?

Te preguntaste alguna vez que es lo que la hace sonreir asi...?