18 jul 2006

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Me estrechaba entre sus brazos chatos y se adhería a mi cuerpo, con una violenta viscosidad de molusco. Una secreción pegajosa me iba envolviendo, poco a poco, hasta lograr inmovilizarme. De cada uno de sus poros surgía una especie de uña que me perforaba la epidermis. Sus senos comenzaban a hervir. Una exudación fosforescente le iluminaba el cuello, las caderas; hasta que su sexo —lleno de espinas y de tentáculos— se incrustaba en mi sexo, recipitándome en una serie de espasmos exasperantes. Era inútil que le escupiese en los párpados, en las concavidades de la nariz. Era inútil que le gritara mi odio y mi desprecio. Hasta que la última gota de esperma no se me desprendía de la nuca, para perforarme el espinazo como una gota de lacre erretido, sus encías continuaban sorbiendo mi desesperación; y antes de bandonarme me dejaba sus millones de uñas hundidas en la carne y no tenía otro remedio que pasarme la noche arrancándomelas con unas pinzas, para poder echarme una gota de yodo en cada una de las heridas... ¡Bonita fiesta la de ser un durmiente que usufructúa de la predilección de los súcubos!

Oliverio Girondo
"Espantapájaros", 1932

15 jul 2006

Puro erotismo


" Era un pusilánime. Hasta se sintió vulgar, despreciable, porque apenas la espiaba de reojo, como un voyeurista adolescente que miraba calzones en los tendederos y se masturbaba imaginándose los contenidos. Cerró los ojos con fuerza, y terminó el cigarrillo fastidiado consigo mismo, nervioso y ya casi convencido de que la batalla estaba perdida. Pero, ¿por qué? Si él tenía el sexo hecho un monumento al acero de doble aleación, y sabía muy bien cómo manejar a semejante muchacha, y la colocaría así, y le besaría aquí, y la acariciaría allá, y otro poquito así, y ay, a medida que se imaginaba todo, y la veía desnuda, encandilado por el brillo incomparable (seguro, debía ser así) de su sexo profundo, negro, vertical y jugoso como durazno de estación, a medida que fantaseaba se turbaba más pero también se dolía porque empezaba a pensar, a darse cuenta de que esos pechos magníficos, esa piel oscura y brillosa y como bañada en aceite de coco, esas piernas monumentales como obeliscos paralelos, no serían para él. Le empezó a doler la cabeza. Cerró los ojos y se dijo que lo mejor era dormirse. Llegarían a Nueva York al amanecer. "

Mempo Giardinelli
Puro erotismo

10 jul 2006

Pasmo de los mapas


En cada encuentro investigaba su cuerpo con vehemencia. Recorría las venas de los senos y contemplaba la tensión en los pezones. Remontaba la espalda y buscaba los huecos que crecían entre las escápulas como dunas cambiantes; paladeaba todos sus sabores y calibraba con los labios la longitud del vello apenas evidente. Cuando una noche, tomado del hastío de lo frecuentado, se disponía a marcharse, descubrió bajo la axila una peca rojiza y se hundió de nuevo en el periplo.

Marcos Taracido
"Pasmo de los mapas"

3 jul 2006

Responso


A su nombre que no sé
a su nombre de dos sílabas y gracias
a su sangre desarropada hasta el puro bostezo
a la madrugada que hoy hizo ejercicios de niebla
entre sus senos
a su carne fatigada de manos al saqueo
a su cuerpo al instante
a su piel rebuscándose el cuerpo
a su cuerpo
a todo eso que esta ahí, dando la vuelta, con la
calle al cuello.

dejo el aumento
y esta flor de sangre
en el vaso
donde bebo y
quedo…

(no quería tocarla, no quería, aún no lo quiero,
hubiera querido mi acordeón para tocarla
hubiera querido llevarla de la mano a jugar a los
muertos de amor y de miedo.
hubiera querido mimarla sin espejos en un puerto
decirle monosílabos
amarle el cuello un hombro
cualquier cosa…

Hubiera querido tener un sombrero para decirle
adiós)

Alberto Szpunberg
de "Poemas de la mano mayor"