“Las palabras hacen el amor”, decía André Breton.Y ellas no son un espejo donde nos reflejamos distantes. Las palabras son el propio cuerpo, erguido y urgido o distendido y reconciliado. Este quiere ser un lugar donde se hace el amor con palabras,donde se puede leer lo que está escrito en el cuerpo.
22 jun 2006
Justo ahí
"¿El lenguaje más erótico de un cuerpo no está acaso allí donde la vestimenta se abre? En la perversión (que es el régimen del placer textual) no hay "zonas erógenas"; es la intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pantalón y el pullóver), entre dos bordes (la camisa entreabierta, el guante y la manga); es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición - desaparición..."
Roland Barthes
El placer del texto
21 jun 2006
Manual de pintura y caligrafía
"...«Mi amor», dijiste, y yo lo dije, abriéndote mi puerta toda, y entraste. Abrías mucho los ojos al avanzar hacia mí, para verme mejor o más de mí, y posaste tu bolso en el suelo. Y antes de que yo te besara, dijiste, para que lo pudieses decir serena: «Vengo a quedarme esta noche contigo». No viniste ni pronto ni tarde, viniste a la hora cierta, en el minuto exacto, en el preciso y precioso descansillo del tiempo en el que yo podía esperarte. Entre mis pobres cuadros, rodeados de cosas pintadas y atentas nos desnudamos. Tan fresco tu cuerpo. Ansiosos, y no obstante sin prisa. Y luego, desnudos, nos miramos sin vergüenza, porque el paraíso es estar desnudo y saber. Despacio (sólo despacio podría ser, sólo despacio) nos acercamos, y, ya cerca, de repente unidos, y trémulos. Apretados el uno contra el otro, mi sexo, tu vientre, tus brazos cruzados sobre mi cuello, y nuestras bocas, lenguas, y los dientes, respirándose, alimentándose, hablando sin palabras dichas, en un gemido interminable, como una vibración, letras inarticuladas, pausa. Nos arrodillamos, subimos el primer peldaño, y luego lentamente, como si el aire nos amparase, caíste de espaldas y yo sobre ti, tan desnudos, y luego rodamos desnudos, tú sobre mi cuerpo, tu pecho elástico, y los muslos cubriéndome, y los muslos como alas. Sobre mi nos unimos y rodamos otra vez, yo sobre ti, tu pelo ardiendo, ahora mis manos abiertas sobre el suelo como si sobre los hombros sostuviera el mundo, o el cielo, y en el espacio entre nosotros dos las miradas tensas, luego turbadas, y el rugir de la sangre fluyendo y refluyendo en las venas, en las arterias, latiendo en las sienes, barriendo bajo la piel el cuerpo y el cuerpo. Somos nosotros el sol, las paredes ruedan, los libros, los cuadros, Marte, Júpiter, Saturno, Venus, el minúsculo Plutón, la Tierra. He ahí ahora el mar, no mar largo y océano, sino la ola desde el fondo apretada entre dos paredes de coral y subiendo, subiendo hasta estallar en espuma, chorreante. Murmullo o secreto de aguas derramadas sobre los musgos. La oleada retrocede hacia el misterio de las fosas submarinas, y tú dijiste: «Mi amor». Alrededor del sol, los planetas vuelven a su grave, lenta caminata, y nosotros que estamos lejos los vemos ahora parados, otra vez cuadros y libros, y paredes en vez de cielo profundo. Es de noche otra vez. Te levanto del suelo, desnuda. Te apoyas en mi hombro y pisas el mismo suelo que yo. Mira, son nuestros pies, herencia enigmática, plantas que dibujan, ellas, el poco espacio que ocupamos en el mundo. Estamos en el marco de la puerta. ¿Sientes la película invisible que hay que romper, el himen de las casas, desgarrado y renovado? Dentro hay un cuarto. No te prometo el cielo claro y las nubes lentas de Magritte. Estamos los dos húmedos como si hubiéramos salido del mar y entramos como en una caverna donde la oscuridad se siente en el rostro. Una pequeña luz apenas. Cuanto baste para verte y para que me veas. Te acuesto en la cama, y tú abres los brazos y planeas sobre la página blanca. Me inclino sobre ti, es tu cuerpo que respira, falda de montaña y fuente. Tienes los ojos abiertos, tienes los ojos abiertos siempre, pozos de miel luminosa. Y tus cabellos arden, campo de trigo maduro. Digo «Mi amor» y tus manos descienden sobre mi desde la nuca a la raíz de la columna. Hay en mi cuerpo una antorcha. Se abren otra vez, alas, tus muslos. Y suspiras. Te conozco, reconozco donde estoy: mi boca se abre sobre tu hombro, mis brazos en cruz acompañan a tus brazos hasta los dedos clavados con una fuerza que no es nuestra. Como dos corazones, nuestros vientres laten. Gritaste, amor mio. Es todo el cielo el que grita sobre nosotros, parece que todo va a morir. Ya soltamos las manos, ya ellas se perdieron y encontraron, en las nucas, el pelo, y ahora abrazados esperamos la muerte que se acerca. Te estremeces. Me estremezco. Nos vemos sacudidos de la cabeza a los pies, y nos agarramos al borde de la caída. No se puede evitar. El mar va entrado ahora mismo, nos hace rodar sobre esta playa blanca, o esta página, revienta sobre nosotros. Gritamos, sofocados. Y yo dije «mi amor». Duermes, desnuda, bajo la primera luz de la mañana, veo tu seno recortado en el contraluz de la impalpable película de la puerta. Despacio, poso mi mano en tu vientre. Y respiro, sosegado."
José Saramago
"Manual de pintura y caligrafía"
Alfaguara, Buenos Aires, 1999
15 jun 2006
Pequeñas lecciones de erotismo
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil - si placentera -
no creas hacerlo en un día o noche de sábanas explayadashay secretos en los poros para llenar muchas lunas
II
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado
encuentras un astro y quizá deberás empezar
corregir el rumbo cuando nubehuracán o aullido profundo
te pongan estremecimientos
cuenco de la mano que no sospechaste
III
repasa muchas veces una extensión
encuentra el lago de los nenúfares
acaricia con tu ancla el centro del lirio
sumérgete ahógate distiéndete
no te niegues el olor la sal el azúcar
los vientos profundos cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos
IV
Instálate en el humus sin miedo al desgaste sin prisa
no quieras alcanzar la cima
retrasa la puerta del paraíso
acuna tu ángel caído revuelvele la espesa cabellera con la
espada de fuego usurpada
muerde la manzana
V
Huele
duele
intercambia miradas saliva impregnate
da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
pie hallazgo al final de la pierna
persíguelo busca secreto del paso forma del talón
arco del andar bahías formando arqueado caminar
gústalos
VI
Escucha caracola del oído
como gime la humedad
lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
poros que se alzan formando diminutas montañas
sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
suave puente nuca desciende al mar pecho
marea del corazón susúrrale
encuentra la gruta del agua
VII
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
navega loco en la juntura de los océanos
cruza las algas ármate de corales ulula gime
emerge con la rama de olivo llora socavando ternuras ocultas
desnuda miradas de asombro
despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
arquea las cejas abre ventanas de la nariz
VIII
Aspira, suspira
muérete un poco
dulce lentamente muérete
agoniza contra la pupila extiende el goce
dobla el mástil hincha las velas
navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
- el mar como un vasto cristal azogado -duérmete naúfrago
Gioconda Belli
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