“Las palabras hacen el amor”, decía André Breton.Y ellas no son un espejo donde nos reflejamos distantes. Las palabras son el propio cuerpo, erguido y urgido o distendido y reconciliado. Este quiere ser un lugar donde se hace el amor con palabras,donde se puede leer lo que está escrito en el cuerpo.
"Quien desea follarse a Catalina, Para que lo comprenda la gente docta Debe decir vulva, vagina Y seguir con coño y potta. Pero nosotros los grandes desgraciados Decimos celda, superchería, gorrioncita, Hendida, hendidura, fisura, agujero, gruta, Estupidez, higo, zapatilla, guitarra, Rata, piscinita, funda, buñuelo, Pajarita, espuerta, peluca, varpelosa Alcantarilla, gatera, ventanilla, Pitita, aquel-hecho, aquella-cosa, Orinal, entrepierna, caracolillo, La-jaula-del-pitito y la-jugosa. Y para completar, Alguien la llama vergüenza, alguien naturaleza, Alguien porquería, orzuelo y sepultura. "
Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena deviaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz de todos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta el árbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias y sus secretas ciencias de extravío que se expanden de pronto de la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismo que una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, la corriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida, escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que son como tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indecible hasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfonda cayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánica noche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, con jadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigo del horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misterio de la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosa maquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas como labios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late la espuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de su prado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girando locamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador que ya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universo en expansión, con todo el universo en contracción para el parto del cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en la sangre la creación.
El sexo, sí, más bien una medida: la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.
El jardín de las delicias (fragmento) Olga Orozco Argentina (1920-1999)