31 may 2009


Había una muchachita muy joven en el grupo;no tendría más de quince o dieciséis años de edad. No dejaba que la tumbaran en el sofá, pero acariciaba los rostros y los pechos de las chicas que se complacían con la candela. Grushenka la rodeó con su brazo y le susurró al oído:
— ¿ Quieres hacer por mí todo lo que yo haga por ti?... ¿Todo?
La muchacha asintió tímidamente; Grushenka entonces la tumbó en la alfombra, le levantó las enaguas y se puso a besarle el vientre; la muchacha era cosquillosa y se rió.
Grushenka le abrió las piernas y metió su cabeza entre los muslos de la niña. El lindo montecilio de Venus casi no tenía pelo aún; la muchacha luchaba contra la intrusión y se movía un poco, pero eso sólo servía para incitar más a Grushenka a poner en práctica lo que había aprendido durante su estancia en el establecimiento de baños de la señora Brenna.
La muchacha suspiró, arqueó su cuerpo, pegándose a la boca de Grushenka cuando se produjo el orgasmo. De hecho, la muchachita era virgen, y era la primera vez que obtenía un orgasmo. Se quedó rendida, sin moverse, con los labios ligeramente entreabiertos, sonriente y agotada.


"Grushenka"
Anónimo del siglo XVIII

30 may 2009

La Duquesa de Alba se sentía transformada por Dios sabe qué milagro; se imaginaba poseer el
cuerpo y la cara de la Duquesa de Málaga, su bella hermana, enclaustrada en el Carmelo. Conservó su mantilla negra sobre su cuerpo desnudo para acercarse púdicamente a Florencio, a continuación saltó sobre su bragueta, la abrió con un gesto seco y se metió su sexo en la boca. Absolutamente ignorante de las cosas de la reproducción, se imaginaba que era así como las mujeres eran fecundadas. Florencio cerró los ojos e intentó recordar a una muchachita de su barrio de Buenos Aires que, durante toda su infancia, se la ponía tiesa de inmediato con sólo
pensar en ella, pero el sexo no cobraba vida. La Duquesa le mordía el glande con demasiada fuerza.
Intentó apartar delicadamente la cara de la Duquesa con una mano, y cayeron al suelo la mantilla y la peluca. La Duquesa de Alba, por primera vez en su vida, experimentaba placer, y apretó los dientes, Florencio lanzó un grito, dio un salto de dos metros y fue a estrellarse contra una de las vidrieras de la biblioteca. La atravesó y cayó al jardín sobre un parterre de violetas, en medio de la lluvia, perdiendo sin cesar sangre por el abierto agujero de su sexo que la Duquesa le había seccionado con sus dientes. Tuvo un último pensamiento piadoso para su madre, luego dijo en voz alta: «¡Qué cosa, che!». Y expiró.

Copi, El autorretrato de Goya
de "Las viejas travestis"

26 may 2009

¿Acaso es nada más que una zona de abismos y volcanes enplena ebullición, predestinada a ciegas para las ceremonias de laespecie en esta inexplicable travesía hacia abajo? ¿O tal vez unatajo, una emboscada oscura donde el demonio aspira la inocenciay sella a sangre y fuego su condena en la estirpe del alma?¿ O tansólo quizás una región marcada como un cruce de encuentroy desencuentro entre dos cuerpos sumisos como soles?
No. Ni vivero de la Perpetuación, ni fragua del pecado original,ni trampa del instinto, por más que un solo viento exasperadopropague a la vez el humo, la combustión y la ceniza. Ni siquieraun lugar, aunque se precipite el firmamento y haya un cielo quehuye, innumerable, como todo instantáneo paraíso.
A solas, sólo un número insensato, un pliegue en las membranasde la ausencia, un relámpago sepultado en un jardín.
Pero basta el deseo, el sobresalto del amor, la sirena delviaje, y entonces es más bien un nudo tenso en torno al haz detodos los sentidos y sus múltiples ramas ramificadas hasta elárbol de la primera tentación, hasta el jardín de las delicias ysus secretas ciencias de extravío que se expanden de prontode la cabeza hasta los pies igual que una sonrisa, lo mismoque una red de ansiosos filamentos arrancados al rayo, lacorriente erizada reptando en busca del exterminio 0 la salida,escurriéndose adentro, arrastrada por esos sortilegios que soncomo tentáculos de mar y arrebatan con vértigo indeciblehasta el fondo del tacto, hasta el centro sin fin que se desfondacayendo hacia lo alto, mientras pasa y traspasa esa orgánicanoche interrogante de crestas y de hocicos y bocinas, conjadeo de bestia fugitiva, con su flanco azuzado por el látigodel horizonte inalcanzable, con sus ojos abiertos al misteriode la doble tiniebla, derribando con cada sacudida la nebulosamaquinaria del planeta, poniendo en suspensión corolas comolabios, esferas como frutos palpitantes, burbujas donde late laespuma de otro mundo, constelaciones extraídas vivas de suprado natal, un éxodo de galaxias semejantes a plumas girandolocamente en el gran aluvión, en ese torbellino atronador queya se precipita por el embudo de la muerte con todo el universoen expansión, con todo el universo en contracción para el partodel cielo, y hace estallar de pronto la redoma y dispersa en lasangre la creación.
El sexo, sí,
más bien una medida:
la mitad del deseo, que es apenas la mitad del amor.


Olga Orozco
El jardín de las delicias

El amor es un asunto de entrañas. Un vértigo sagrado
en el follaje glandular.

Leda Valladares