20 dic 2005

La mujer estaba desnuda...

La mujer estaba desnuda.

Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.

Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.

La mujer sollozaba.

Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.

Vino la noche.

Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.

José Angel Valente

18 dic 2005

Madrugada

La madrugada la encontró en la mitad de una película, la tercera de las que había alquilado para no tener que hacer nada inconveniente o fastidioso, como pensar. Vió la claridad despuntar entre las sombras de su patio y recordó la última vez que había visto amanecer desde su cama. Fue un fin de semana, sólo un par de semanas atrás. El había venido en mitad de la noche sin excusas, sólo para hacerle el amor . Y así lo hicieron, sin excusas, en la semioscuridad de lo que estaba muriendo y lo que empezaba a nacer. Se acariciaron, besaron , tropezaron y rieron, buscando en cada rincón de la casa el lugar propicio para el deseo. .
Ella quedo exhausta, con una sensación de infinita saciedad, temblándole las piernas y el pecho. Conversaron largamente, como siempre lo hacían. Esa noche el le dijo –después de un silencio, esos silencios compartidos que lejos de ser incómodos eran cómplices - que le gustaba hablar con ella. Lo dijo como quien dice una revelada certeza, pero con una simpleza tan espontánea que no guardaba dudas. Lo abrazó y dijo a su vez que a ella tambíen. Que era la segunda cosa que le gustaba hacer con él, lo cual era absolutamente cierto.
Al percibir las primeras luces –justo en el preciso instante como en el que ahora lo recordaba- se volvió y entró en ella nuevamente, como queriendo beberle los últimos estertores a la noche. Ya no con la ansiedad del deseo como horas atrás . Esta vez tomaron su tiempo para sentirse. Acabó dentro de ella, y se deshizo en un abrazo que lo dejó frágil sobre sus pechos, rendido y sin fuerzas.
Acarició su cabeza como a un niño, durante minutos como horas.
Sacudió la cabeza como queriendo apartar esas imágenes. Fué hacia la ventana cansinamente y cerró despacio las persianas, tapando el sol que ya estaba tomando su lugar en el cielo.
Abrazó su almohada y después -mucho después- quedó dormida.

14 dic 2005

Cartas ardientes: Henry Miller

"Eres la primera mujer que conozco que combina coño e inteligencia, o espíritu, o alma. Y lo creo en serio. Eres terriblemente sexual (no sólo sensual) y al mismo tiempo pura como un ser etéreo. El nombre de Venus te va a la perfección. Venus-Afrodita. De no haber sido Venus podría haber sido Juno (sin el pavo). Y hablando de pollas, me tomaste por sorpresa cuando hiciste esa pregunta en la mesa la otra noche. Las únicas pollas que yo conozco que pueden ser sopesadas son aquellas que joden mucho. Y, sin embargo, un hombre como George Raft, que tenía el hábito de dormir cada noche con una mujer diferente, tuvo siempre la misma polla que de adolescente, de acuerdo con mi amigo Joe Gray que era un buen amigo suyo. Muchos hombres con pollas inusualmente grandes tienen problemas. Las prostitutas les hacen pagar el doble, las mujeres normales con sexos normales no quieren saber nada de esos anormales, a pesar de lo cual las mujeres fantasearán siempre acerca de pollas enormes ¿no te parece?
Herriot, primer ministro francés y hombre de extensa cultura, la tenía tan grande que debía atársela a la pierna.
Para una mujer, la cosa suprema es tenerlo mas bien grande y profundo, que se adapte como un guante. Y debería estar equipado con mil lombrices o su equivalente. Algunos coños habría que llamarlos coños risueños.

Otros son mas bien aburridos, solemnes y secos como un hueso..."

Carta de Henry Miller a su amante Brenda Venus,
fechada el 17 de setiembre de 1976
"Cartas ardientes"
Océano Group, Barcelona, 2001

8 dic 2005

Las vírgenes suicidas

"...Lux se acercó a Chase Buell. Se acercó tanto que su aliento agitó levemente el cabello del chico. Y entonces, delante de todos, le desabrochó el cinturón. Ni siquiera tuvo que bajar la vista. Los dedos veían el camino y sólo una vez se equivocaron, lo que la obligó a hacer un movimiento con la cabeza, como el músico que falla una nota fácil. Todo el tiempo Lux tuvo los ojos clavados en los de Chase, encaramada siempre en las esferas de sus pies, y era tal el silencio de la casa que hasta oímos cómo le desabrochaba los pantalones. El ruido de la cremallera descendió por nuestra columna vertebral. Nadie se movió. Chase Buell no se movió. Los ojos de Lux, fuego y terciopelo, brillaban en la semipenumbra. En el cuello le palpitaba suavemente una vena, aquella en la que se supone que hay que poner el perfume precisamente por esa razón. Aunque se lo hacía a Chase Buell, todos teníamos la impresión de que nos lo hacía a nosotros, que se acercaba y nos poseía como sabía que podía poseernos..."

Jeffrey Eugenides.
Las vírgenes suicidas
Anagrama, Barcelona, 1993

1 dic 2005

No es nada de tu cuerpo

No es nada de tu cuerpo
No es nada de tu cuerpo,ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca-tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines
"No es nada de tu cuerpo"